martes, 21 de marzo de 2017

El Lúa de Manuel Dominguez


Con esta moda que comenzó Adriá, ese tipo listo que supo salirse antes de quemarse -recrearse, creo que lo llamó-, y siguió mi admirado David Muñoz -David, no esa invención llamada "Dabiz"-, uno no sabe ya donde ir, en este "gastromundo" donde con algo que huela a trufa, unas colmenillas y un chorrillo de ponzu uno ya puede -y debe- cobrar 150€ del ala por cabeza. De ahí que vaya siendo hora de hablar de uno de los pocos chefs que, junto al incimbustible Abraham García, no ha enloquecido: Manuel Dominguez y su Lúa, un local (déjenme de "espacios", siderales o no) correctísimo en su sobriedad donde uno puede dedicarse al noble arte de comer y degustar lo que come.

La pauta de éxito de un buen menú es doble: que te tome de la mano, y que te deje satisfecho. Un menú de estrella tiene que hacer de guía, y llevarte a un viaje que comience suave, que lleve a intensidades diversas y termine más feliz que dulce. Para ello se han de conjugar al menos tres factores: buen servicio, buen ambiente y mejor cocina. Y esto, lo logra Dominguez al mejor precio de estrella Michelin, con lo que sales satisfecho y con la sensacion de haber pagado lo correcto por una comida a la altura.

Dominguez sabe de cocina. Eso lo demuestra desde el minuto uno, y a lo largo del menú demuestra que domina las diversas técnicas gastronómicas, desde la esferificación hasta el marinado, pasando por la coccion de carne a baja temperatura durante prolongados periodos o el equilibrio de contrarios. Y demostrado esto, se lanza a una suerte de cocina híbrida entre lo gallego (no olvida las ajadas, la cuchara o el pulpo) y la modernidad que respeta el axioma de que el cliente debe comer y degustar por partes iguales a través de un recorrido diseñado con tales fines en mente. Y si a ello añadimos vinos blancos como ese "a tiro fijo" que le hacen solo para él, y un servicio que domina el arte de la prudencia y los tiempos, el resultado solo puede ser óptimo, como fue el año pasado y ha sido hoy. 

Por favor, Manuel, no cambie Usted.

lunes, 20 de marzo de 2017

Bella y educativa parábola postmoderna


En esta época de posverdad transversal y empática, mi resiliencia me condujo a poner en valor puntualmente mis tensiones acudiendo -en lugar de a un coach- a un gastrobar con mobiliario vintage de zona recién gentrificada, lleno de hipsters con mostacho que bebían rooibos y té matcha... donde la única persona normal que he visto en mucho tiempo se apiadó de mí y me  desempoderó la tontuna de una buena guantá a mano abierta.

Gracias, gracias, gracias

jueves, 16 de marzo de 2017

Zapatumbi the Wise (I)


Copyright Juanjo L. Escudero

sábado, 11 de marzo de 2017

Hace ya 13 años del 11-M

... y lejos de olvidarlo, el recuerdo de los inocentes destrozados en las vías dd los Cercanías cada vez se graba más a fuego e ira en nuestros corazones. Me cuesta escribir con moderacion, distancia o cordura sobre lo que fue la matanza más cruel de la historia de la España democrática. De hecho, no puedo escribir sin sentir tanto, y tan malo, que prefiero dejar de intentarlo. Pero nunca, nunca olvidaremos a cada uno de esos inocentes, gente de a pie, de esa que en ocasiones no puede ni permitirse el coche con que ir diariamente al trabajo.  Gente modesta, humilde, joven y vieja, de aquí y tantas otras naciones... porque el terror no entiende de nada que no sea rojo de sangre.

Qué fácil es cebarse con los débiles, a escondidas. Con los no tan débiles, cara a cara, en igualdad de condiciones, a lo mejor no lo es tanto.

Guernica (Star Wars), private copy from the original by Ismaelo Pop

The original, by the awesome Ismaelo Pop, is a digital creation worth having. Check his web: quite an awesome creator and blender of icons and places

martes, 7 de marzo de 2017

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad



Calificamos de personaje Conradiano a aquellos seres malditos, consumidos por tal tormento interno que con frecuencia les lleva a la autodestrucción a pesar del halo de un rol construido bien por asombro, bien por reverencia , carisma o el atractivo que la magna locura produce en los grupos humanos, a  imagen del Kurtz de "el corazón de las tinieblas" (heart of darkness) de Joseph Conrad, esa elegantísima narración corta que describe el viaje en busca del semidios a través de la fascinación de la abominación, la concepción de la fuerza en relación con la debilidad del contrario;  el olor del barro primigenio o la sublime naturaleza del halo psicótico. 

Tinieblas no es una buena traducción. Es oscuridad el fin del viaje, y seres como Kurtz nunca fueron juguetes en manos del Tiempo. Es el Tiempo mismo el que se pliega a su deseo para salvarles de la agonía y devolverles, desde la propia locura, a la segura y cómoda niñez o, cual es el caso, a los brazos del ser amado que fue, quizás, quien realmente les creó.

Porque al final, lo que se intuye de las últimas páginas, es que el corazón de la oscuridad no reside en las selvas de la locura, sino en los salones donde seres rechazados juran en secreto llegar hasta el fin del mundo para encontrar el marfil (o el oro, o el poder) que les reportará la aceptación última, la de aquellos pocos que, en su día, les despreciaron.

viernes, 3 de marzo de 2017

Arturo Marian Llanos. In memoriam



Arturo Marian Llanos no hubiera creado lo que creó sin su vida, sus 9 años en prisión y su patología esquizoide.

Hijo de una de las "niñas de la guerra" que la república envió a Rusia y de un periodista moldavo, la prisión era una maldicion familiar que tras el abuelo y el padreb siguió el hijo al ser detenido intentando pasar 1 kg de cocaína en los 90. Pero antes de eso, se había formado artísticamente en la Academia Ilia Repin, le habían expulsado de las juventudes comunistas, había llenado su mente enferma de pintores revolucionarios, simbología y sectas rusas y, como no podía ser de otra manera, comenzó a pintar el resultado de sendos sufrimiento, cultura, ideología, genio y esquizofrenia en lienzo o, ya en la cárcel, el papel y bolis bic que le podían pasar sus amigos.

Pasó hambre, en Moldavia y España. Pero hambre de la de verdad. Tanto que no supo ver la trampa de los traficantes que le delataron para ocultar el verdadero alijo que simultaneamente estaban pasando por la aduana, y pagó él mientras decenas de kilos pasaban casi a la vez, por el mismo pasillo. Y lo pagó con 9 años de prision, uno detrás de otro, en distintas cárceles, donde la unica droga que se metía era la que salía de sus enfebrecidos bics azul y rojo. no debe extrañar, pues, que tras salir de la cárcel durara poco. Pero cuando falleció su obra empezó a clamar por él a través de lienzos, dibujos y grabados que tenían la facultad de conectar ese cerebro ya muerto con el hipotálamo atávico de todos los que contemplaban sus obras.

La obra de Arturo Marian no deja indiferente porque no es realmente suya, sino de su locura esquizoide. Una locura que, por cultivada y genial, llega necesariamente a todo espectador que, sin poder explicar lucidamente el por qué, acusa el impacto casi físico de temáticas complejas y entrelazadas donde no cabe una sola idea mas. En la cabeza de Arturo sí cabían. Las nuestras se niegan a comprender, so pena de tener que caer en su misma locura para, por fin, aprehender la entropía de la creación sin límites.

Bienvenidos a la resignada locura. Aquella que acepta sin juzgar para crear con dolor de parto imágenes que devienen infinitas.