
lunes, 26 de julio de 2010
Pekín, día menos uno

Un caballero
El viernes tuve el privilegio de conocer en persona a alguien que llevaba siguiendo mucho tiempo. No diré su nombre (aunque supongo que, finalizado el post, estará más que claro), porque espero volver a verle y que tenga a bien compartir algo de lo que cada poro suyo emana. Quedan pocos caballeros, pocos hombres que se vistan por los pies, que se dice, y él es uno de ellos. Profesional de su carrera, de su vocación cinéfila y de la dignidad de quien es ejemplo para muchos, reaccionó a mi irrupción en su despacho como sólo reaccionan los señores: tendiéndome la mano e invitándome a tomar asiento, sin tener la más mínima idea de quien era yo. Y una vez me identifiqué (gracias, Rosa, por la intermediación), se comportó con la sobria exquisitez que se espera de un caballero. Y según íbamos hablando, quiero pensar que se iba estableciendo un flujo de mutua simpatía derivada de coincidencias en pareceres y, sobre todo, en aficiones, que iban desde el cine (donde Eduardo es una autoridad) hasta la literatura de detectives chinos que citan a Gao Xuequin, el comic o la búsqueda bibliófila en páginas de subastas de Internet. Tras lo cual me acompañó a mi depacho, me dedicó el primer número de Nickelodeon y uno de sus libros y se despidió con la promesa de comer juntos en septiembre.
No me conocía de nada, me trató como a un amigo y se despidió con un hasta pronto, un sano apretón de manos y una sonrisa franca. Menos mal que queda gente así, porque si no, nos habríamos perdido hace mucho. Gracias, Eduardo, y hasta pronto
No me conocía de nada, me trató como a un amigo y se despidió con un hasta pronto, un sano apretón de manos y una sonrisa franca. Menos mal que queda gente así, porque si no, nos habríamos perdido hace mucho. Gracias, Eduardo, y hasta pronto
jueves, 15 de julio de 2010
lunes, 12 de julio de 2010
Campeones
... Y espero que no me salte nadie con que si era procedente o no. Para pocas muestras de verdadera espontaneidad que se ven en este mundo, la del niño-hombre que se da cuenta de que, al fin, todo ha acabado y ha acabado bien, es de esas que permanecerán cuando, de aquí a muchos años -espero-, echemos la vista atrás y recordemos la victoria de España en el mundial del 2010. Necesitábamos buenas noticias, y esta es una. Y el buen deporte, el deporte limpio, el deporte que nos reune a todos alrededor de una idea; el deporte que restaña heridas, que nos hace renacer, que despierta sentimientos (que no pasiones), que nos recuerda que todavía podemos vibrar... ese deporte apareció ayer. Y ni la coz de DeJong, ni la voluntaria mediocridad de un Webb que parecía vendido, ni los arranques de desesperación física de una Holanda que volvió a perder -como siempre- la final de un mundial pudieron oscurecer el buen fútbol de un equipo que, brillando, nos hizo relucir a todos y darnos cuenta de que todavía podemos reunirnos y ponernos de acuerdo en algo. Enhorabuena al mejor equipo que ha tenido España.
viernes, 9 de julio de 2010
El pulpo Paul, la crisis económica, la final del domingo y la madre que nos parió

lunes, 5 de julio de 2010
Moon, de Duncan Jones. Con Sam Rockwell

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