lunes, 26 de julio de 2010
Pekín, día menos uno
terminando los últimos flecos del trabajo, me despido desde Madrid para poder seguir escribiendo en Pekin, donde estaré hasta el 26 de agosto. Cada ser humano alberga dentro de sí un puñado de cosas que considera debe hacer antes de morir, y para mí viajar a China era una de ellas. Es curioso el estado en que la inminencia de un viaje a lo desconocido nos sume: no sabemos lo que nos espera, ni en qué lugar concreto, razón o circunstancia, pero aquel que inicia un viaje sabe dos cosas: que va a aprender durante el mismo y que, de afrontar dificultades, crecerá en autoconocimiento. Llegaré la madrugada de pasado mañana (allí son seis horas más), y espero encontrar una buena conexión Wi-fi, para poder teneros al tanto. Gracias a quienes seguís ahí, y espero no defraudaros: no por la calidad -controvertida y controvertible- de los textos, sino porque sigais encontrando lo que sea, bueno o malo, que os hace seguir. El próximo, desde Pekín.
Un caballero
El viernes tuve el privilegio de conocer en persona a alguien que llevaba siguiendo mucho tiempo. No diré su nombre (aunque supongo que, finalizado el post, estará más que claro), porque espero volver a verle y que tenga a bien compartir algo de lo que cada poro suyo emana. Quedan pocos caballeros, pocos hombres que se vistan por los pies, que se dice, y él es uno de ellos. Profesional de su carrera, de su vocación cinéfila y de la dignidad de quien es ejemplo para muchos, reaccionó a mi irrupción en su despacho como sólo reaccionan los señores: tendiéndome la mano e invitándome a tomar asiento, sin tener la más mínima idea de quien era yo. Y una vez me identifiqué (gracias, Rosa, por la intermediación), se comportó con la sobria exquisitez que se espera de un caballero. Y según íbamos hablando, quiero pensar que se iba estableciendo un flujo de mutua simpatía derivada de coincidencias en pareceres y, sobre todo, en aficiones, que iban desde el cine (donde Eduardo es una autoridad) hasta la literatura de detectives chinos que citan a Gao Xuequin, el comic o la búsqueda bibliófila en páginas de subastas de Internet. Tras lo cual me acompañó a mi depacho, me dedicó el primer número de Nickelodeon y uno de sus libros y se despidió con la promesa de comer juntos en septiembre.
No me conocía de nada, me trató como a un amigo y se despidió con un hasta pronto, un sano apretón de manos y una sonrisa franca. Menos mal que queda gente así, porque si no, nos habríamos perdido hace mucho. Gracias, Eduardo, y hasta pronto
No me conocía de nada, me trató como a un amigo y se despidió con un hasta pronto, un sano apretón de manos y una sonrisa franca. Menos mal que queda gente así, porque si no, nos habríamos perdido hace mucho. Gracias, Eduardo, y hasta pronto
jueves, 15 de julio de 2010
lunes, 12 de julio de 2010
Campeones
... Y espero que no me salte nadie con que si era procedente o no. Para pocas muestras de verdadera espontaneidad que se ven en este mundo, la del niño-hombre que se da cuenta de que, al fin, todo ha acabado y ha acabado bien, es de esas que permanecerán cuando, de aquí a muchos años -espero-, echemos la vista atrás y recordemos la victoria de España en el mundial del 2010. Necesitábamos buenas noticias, y esta es una. Y el buen deporte, el deporte limpio, el deporte que nos reune a todos alrededor de una idea; el deporte que restaña heridas, que nos hace renacer, que despierta sentimientos (que no pasiones), que nos recuerda que todavía podemos vibrar... ese deporte apareció ayer. Y ni la coz de DeJong, ni la voluntaria mediocridad de un Webb que parecía vendido, ni los arranques de desesperación física de una Holanda que volvió a perder -como siempre- la final de un mundial pudieron oscurecer el buen fútbol de un equipo que, brillando, nos hizo relucir a todos y darnos cuenta de que todavía podemos reunirnos y ponernos de acuerdo en algo. Enhorabuena al mejor equipo que ha tenido España.
viernes, 9 de julio de 2010
El pulpo Paul, la crisis económica, la final del domingo y la madre que nos parió
Que sí, que sí, que estoy de acuerdo: que es el pan y circo neroniano de nuevo, que vaya con el talante y ganar la semifinal el día de San Fermín con un equipo eminentemente culé; que si con el pulpo Paul señalándonos como claros ganadores de la final no hay nada que temer, que si la crisis económica, la alienación, el día después... ¿Y qué? Que mis tripas no me dejan hacer otra cosa que emocionarme ante un hecho también incontrovertido: que España, este domingo, juega la final del mundial de fútbol. Por primera vez en la historia. El domingo, como todo hijo de vecino, me pondré la camiseta de España, desempolvaré el album de fútbol en acción de Danone, la cazadora de naranjito, las fichas del mundial 82 con Santillana y Quini y rezaré porque Iker, una vez más, se ponga la camiseta de Arconada para llevar a la selección a la victoria y darse un homenaje más que merecido con la Contador, que la tiene más que a mano. Aupa Villa, Pujol, Xavi, que Pedro esta vez no chupe y que Torres se redima de un mundial pelín flojito. Pongan la cerveza a enfriar, la canción de Mecano de un año más y a soñar, que hace falta.
lunes, 5 de julio de 2010
Moon, de Duncan Jones. Con Sam Rockwell
Excusándome por el tiempo de silencio transcurrido, el reciente visionado de este pedazo de película me obliga a volver al ruedo bloguero. Había oido hablar de ella, pero fue el escuchar accidentalmente su banda sonora, del inimitable Clint Mansell, lo que me llevó a recordar las buenas críticas leídas. Y se quedaron cortas, he de confesar. Las reacciones del ser humano cuando se enfrenta con el hecho de que su vida no es más que una ficción son recreadas magistralmente por un Sam Rockwell qe tira para atrás (no se por qué se prestó al bodrio de Iron man 2, de verdad). Las reacciones, las expresiones, la soledad, los descubrimientos que no debían ser descubiertos, la valentía de afrontar lo que podría no afrontarse, la generosidad... se dan cita en una base lunar, entre un trabajador solitario que va a cumplir su contrato de tres años, su robot y lo que acontece. Dulce, profunda, melancólica y bella. Veanla, pues supera la ciencia-ficción, que no es sino la necesaria excusa para orquestar el fondo que subyace.
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