miércoles, 29 de junio de 2011

Los hombres de cal

En Asturias, las mujeres deciden cuando mueren. Los hombres en cambio, más débiles, sólo llegan al cómo. El Freitas no pudo decidir ninguno de los dos: murió de la peor de las soledades, de aquella que no se busca porque es ella quien te encuentra, y te encuentra solo. Pensamos que trazamos nuestro camino en la vida mediante las decisiones que tomamos, pero al final, cuando echamos la vista atras, no vemos más que una linea recta, sin desvíos ni incorporaciones, que nos ha llevado inexorablemente al lobrego salon de una casa vacía donde nuestros únicos compañeros son un puñado mal contado de recuerdos y la foto de un niño, sentado en un pupitre delante de un mapa de España, que nos devuelve la mirada de estupor, y nos confirma que al final morimos como nacemos: desnudos y sin saber qué nos esperará más allá del umbral del útero, del umbral de la muerte.

Juventino era pintor, y lo que pintaba, gustaba. Con la pintura pasa como con los vinos, y los mejores son, sencillamente, aquellos que más nos gustan, sea un Chateau d'Yquem o un Señorío de los Llanos. Quizas fuera el primer grafitero de España, pues los murales del Zabala o del antiguo hotel de Busto, que parecían haber nacido cocidos con cada ladrillo, no los hubiera cambiado la gente del pueblo ni por 100 Banksis. Pero ya no importa, porque de su obra no queda nada, borrada, demolida o tapada con una buena mano de cal viva. Pero a diferencia de la cal con que los curas de Franco remozaban los frescos de sus parroquias, la cal que tapó las obras del Freitas nunca fue viva y, por eso, no podrá resucitar lo que cubrió. A veces creo que no somos seres de carne y hueso, sino solo de cal: cal viva y cal muerta, y borramos a voluntad la memoria de quienes no llegaron a ser como o cuanto esperábamos. Y así nuestras carcasas son blancas de cal, igual que las órbitas de los ojos que se cierran para no ver los abusos, el abandono, la deliberada ignorancia. Los dientes son de cal, y con ellos desgarramos la carne de nuestros enemigos, no por hambre, sino por despecho, venganza o destrucción. Y por eso, cuando morimos, lo único que queda es nuestro calcio, porque lo poco bueno que tenemos desaparece al morir.

Al Freitas le borramos mucho antes entre todos, y así al pobre Juventino, borrado por todos, no le quedó más remedo que borarse a sí mismo, sólo que, en lugar de utilizar cal, usó el alcohol que no depura, sino que mancha hasta que destruye. Y así hinchó su hígado, que fue haciéndose amarillo (como la cal). Y también la piel le fue blanqueando, y el alma, y el corazón, hasta que un día que, ya transparente, se miró al espejo, pudo ver lo que pasaba a sus transparentes espaldas. Y lo que vió fue la gente que se reía de él, la gente para la que ya no existía: la gente para la que ya era transparente desde siempre. Y así se lo llevó la parca, en un acto de misericordia impropio, porque el mal ya nos preocupamos nosotros de infligírselo.

Cal, alcohol y olvido de sí son las iniciales del Caos. Pasan los meses, pasan los años, y Freitas, borrado, no tiene quien le recuerde: ni siquiera sus obras. Han pasado los años, y no he sido capaz de encontrar ni una puta foto suya: ni de él, ni de lo que creó. ¿Es que de verdad no queda nada? ¿De verdad somos capaces de borrar para siempre a alguien? ¿De verdad somos capaces de hacernos eso entre nosotros? ¿De verdad tenemos que bucear en la memoria para recuperar un puto gen, una puta partícula de ADN para escribir siquiera una línea? Por Dios, ¿siquiera una línea? ¿De verdad no nos quedan más cojones que fornicar y reproducirnos en el supremo acto de egoismo para procrear acólitos a quienes no quede más remedio que recordarnos?

No te preocupes, Freitas: donde tú estás, estaremos todos. Y estaremos igual de olvidados. De todas maneras, si no cambiamos, será lo que merezcamos: toda tu gente, todo tu país, todo tu mundo, toda tu creación. Duerme y no nos sueñes: suéñate a tí mismo, Juventino, y protégete así de nosotro, mi querido amigo. Yo no olvido tus paseos a pie hasta Luarca, ni tu fiel ramo de flores, que siempre supiste depositar ante quien desde el principio identificaste como la diosa que es. Solo por eso, por ser el primero que vio a la diosa escondida, ya merecerías ser recordado. Por mí, siempre.

Un abrazo, mi amigo a quien la desgracia amó.

miércoles, 8 de junio de 2011

Me cago en la tortita de salvado de avena de Dukan...

.. y en los jodidos huevos sin yema/yemas sin huevo, que no saben a nada (pero ojo, que va el tío con dos cojones, y te suelta que "para que su consumo resulte más fino y menos monótono... se pueden preparar en forma de tortilla con cebolla picada o con yemas de espárragos para darles sabor": pedazo de explosión de sabor, compadre).

Y en el aspartamo, la Estevia (6,72 euros me han limpiado por 15 puñeteros gramos: desde luego, más ligerito de monedas sí que me siento) y demás edulcorantes, que no se disuelven ni a la de tres y luego te los encuentras ahí, agazapadas las tres pastillitas en el último sorbo, escondidas para que te las tomes de golpe al final y, ahí sí, te dan el trastazo asquedulzonazo que te deja con las papilas gustativas anestesiadas durante media hora.

Y en la mirada de la del departamento de "comida sana" del Corte Inglés que, después de contrastar visualmente lo deplorable de tu estado y ese peazo cuerpo Danonecaducado que tiene ante ella te dice, con ese tono sádico-paternalista que dan ganas de hacerla tragarse todo el Sheitan del expositor, que "no queda salvado de avena". Pero vamos a ver, niña de mis ojos de madre de reputación más que dudosa: ¿cómo no va a quedar algo que torna ligera la deglución de un polvorón envuelto en papel de lija, mujer?.

Y en los puñeteros 2 litros de agua al día, que no hago más que ir al baño a hacer pis. (Aviso: no se tomen un litro de agua de un solo trago, como yo he hecho esta mañana, que unos riñones que han devenido del tamaño de un anacardo por falta de uso no aguantan un torrrente acuoso tal, y lo desvían por el cauce trasero: lanzadito al baño que me ha tocado ir, y mira que me fastidia sentarme en el trono en mi lugar de trabajo...).

Y en la difícil decisión entre el sabrosísimo pollo sin piel, el tiernísimo pavo (sin piel pero, eso sí, con los dientes que me he dejado intentando masticarlo), la ternera magra (úsenla como Phyliss para los zapatos, funciona) y la siempre suave caza -aconsejo el faisán, que se derrite en la boca: Ummm, qué sabor más delicioso...-

Y en las albóndigas asadas de ternera al horno cuidando, claro está, de que el (poco) agua que les queda caiga a la bandeja inferior. Voy a exportar unas cuantas a Libia, para que los rebeldes las utilicen de munición antiaérea: Gadafi abdica en una tarde, seguro.

Y en la maravillosa salsa de yogur desnatado y granos de mostaza (sin más), que es lo único que puedo echar a los platos.

... obviamente, todo sin sal, señora, que retiene líquidos (voy a empezar a tomarla con los cubatas, para prolongar el chuzo del sábado... Uy, si tampoco puedo beber alcohol, que engorda un montón...). Ahora bien, no hay que preocuparse, que de todas estas cosas cocinadas sin sal, sin salsas, aceite (Uuuu, el demonio...), mantequilla o manteca, podemos tomar tanto como queramos, cuando queramos. No, si encima le vamos a tener que dar las gracias al gabacho y todo.


Y solo llevo tres días

lunes, 6 de junio de 2011

Los porros del Ministro, la carta de Messiaen y los experimentos sin gaseosa de Mortier

Jorge de Burgos, el malvado bibliotecario ciego de "el nombre de la rosa", decía que al Abad le habían nombrado simplemente por haber sido capaz de subir el cuerpo inerte de San Francisco de Asís por unas escaleras. El Ministerio de Sanidad alerta siempre contra los efectos perniciosos de la Marijuana (sobre todo cuando se está decidiendo el nombramiento de un cargo importante), y la Historia nos dice que los chistes suelen ser de belgas, y que no hay nada peor que un ser despechado. Todo esto se juntó en el nombramiento del Señor Mortier que, por lo que hemos visto esta temporada, parece haberse fundado en la carta que adjunto (un año antes del deceso del genial ornitólogo sinestésico), así como en su origen Gantés y en el más que probable consumo de estupefacientes por los responsables al uso de Cultura, que debieron confundir a Messiaen con el de Haendel y pensar que Gantés era el apellido del Conde de Montecristo.
No hay cosa peor que la gente que no tiene ni idea, y cuando esto acontece en el nombramiento del Director del teatro Real, la cosa ya no tiene nombre: Entre el gorrión de 2 metros de la página en blanco (prefería el anuncio de Mixta de "te lo ha dicho un pajarito"), el flirteo pederasta y los taraos con careta de Mickey de Krol Roger y lo que temo podamos ver en el Madrid Arena este julio, no se por qué sigo abonado, salvo por una fe solo sustentada por Amelia y Julio, que si no, ya me había pulido el dinero del abono en celebraciones varias o, ya puestos, con un estafador profesional.
Señor Medina, observe Ud. la debida morrigerancia antes de dar el Visto Bueno a ciertos nombramientos, y no escuche a los que le venden el típico "jo, hay que ficharlo, que acaba de renunciar a dirigir la ópera de NY y esto es un chollazo". Qué leche de renuncia por recortes del presupuesto: a éste lo renunciaron a la fuerza, bajo la amenaza de que lo siguiente sería "suicidarlo". Y claro, dónde tenía que venir a parar sino a esta piel de toro, ya jodida de por sí: mañana voy a Sol con una pancarta para que lo cesen, que todo vale, y vuelva a su maravilloso Gante, con sus casitas con banderitas y su gloria pasada -que, por cierto, se la debe a la Mesta y las pelas que ganaron con los tejidos de nuestras ovejas-. Paíííísss, Señor...