viernes, 16 de diciembre de 2022

Enganchados al dolor

Hay ciertos dolores que, de un modo u otro, enganchan. Y enganchan porque su recuerdo se enmascara de vida vivida, de sensaciones radicales, de límites traspasados o, cuando menos, desplazados un poco más lejos. Son los bellos colores que engatusan para accionar la trampa de la que despues resulta imposible salir. Y la memoria no nos ayuda a nosotros sino que, desleal, viste el recuerdo del periodo con el manto de las experiencias extremas, desechando que la vivencia concreta es de minutos, mientras que el marco vital de infelicidad en que se desenvuelve tan concreta experiencia se prolonga durante meses o, incluso, años.
Estamos en cierto modo enganchados a una cierta infelicidad, y de ella solo nos desembaraza un subconsciente sano que, consciente de la inminente autodestrucción asistida, activa el modo supervivencia.
Porque más vale convivir en paz -aunque sea solos- con nuestros propios silencios que caer, intentando infructuosamente llenar los silencios de otros que solo pueden vivir en un ruido continuo y urgente diseñado, precisamente, para no afrontar los ecos de sus propios silencios.
Y por mucho que lo intentemos, por mucho amor que sangremos, no contagiamos serenidad. Es el estruendo del otro el que, antes o despues, se mete en nuestra sangre.

lunes, 30 de mayo de 2022

El arte de la Movida

El arte de la movida se sustenta esencialmente en las iniciales vivencias de sus protagonistas, muchos de los cuales comenzaron en el arte por experimentación, reacción, jako o mera imitación. En todo caso, de esos muchos ahora quedan pocos (se nos fueron Ceesepe, Ouka, el Angel, Nacho Vega y tantos otros) y, de esos que quedan, algunos evolucionaron, y otros se quedaron en lo que desde siempre les llenó la mesa. Por eso aquellos que aprendieron hablan del arte como emocionalidad. Porque la emoción, entendida como reacción desnuda a estímulos externos, es lo que les movió siempre, desde aquellos tiempos en que esos estímulos eran tan nuevos, crudos e impactantes que tenían que dejar huella: en los ojos, las venas o el corazón, muy a menudo en forma de pérdida.

lunes, 23 de mayo de 2022

El día que yo muera

El día que muera quemadme con mi petate -viejo, usado y roto, pero feliz del mundo que vió-; un muñeco tosco de la Guerra de las Galaxias (uno de los personajes buenos, aunque poco malo verdadero pude ver), y unas fotos de todos -José sabe quienes sois-. Respecto a lo mío… ya cumplió su función mientras era buscado y conseguido; después, que sirva para algo bueno.
Ni coronas, ni ataud de madera. Cartón firmado, a ser posible; un cura que eche un responso por si las moscas -y porque mi padre creyó- y luego, todos al bar. Y en el bar, hasta que no sepais si llorais de pena, de alegría o de las cebollas de tanta ración. Un par de historias buenas, un puñado de perdones de aquellos que me siguieron queriendo a pesar de todo, y a la cama todos con una sonrisa.

Del después, ojalá pueda ocuparme yo

A Juanma Núñez Letamendía, in memoriam. Hoy me precedes, guardame sitio contigo. Porque si subiera al cielo -harto improbable- y no estuvieras, es que hay un sitio mejor.

viernes, 11 de marzo de 2022

vivir sin amor

Vivir sin amor es como vivir sin paz. Mientras duran sendas ausencias no se vive. El alma adopta una posición latente, entra en hibernación, se anestesia para seguir respirando: sobrevive como puede para mantener respirando la carcasa, y cuando se recupera el amor, al igual que cuando se recupera la paz, uno se pregunta cómo ha podido sobrevivir sin ellos. Pasada la soledad, pasado el conflicto, echamos la mirada atrás, constatamos la magnitud del vacío vivido y nos maravillamos de la capacidad de supervicencia del ser humano. Porque vivir sin amor no es vivir. Es mantener al cuerpo conectado a una máquina natural de respiración autónoma en tanto vuelve el alma