domingo, 26 de noviembre de 2017

Atlántico, de Alvaro Guijarro sobre pinturas de Antonio Cazorla

Gracias sean dadas al Hacedor.

Llegué en pánico, temiendo alguna aberración atonal disfrazada de piezón contemporaneo solo para unos pocos elegidos (el enésimo traje nuevo del emperador), y encontré una creacion más que digna. Tres piezas que, de la ortodoxia contemporanea y descriptiva de la primera, me trasladaron al Hollywood de los cincuenta en la segunda, donde me encontré con Stravinsky para después, ya en la tercera, hallar a un Falla revestido de modernidad. Un Falla que, si bien olía más a Mediterráneo que a Atlántico, despertó ese olvidado resquicio de sensibilidad casi orientalista que por un momento me hizo contemplar, en una suerte de mágica sinestesia, los lienzos de Gericault, de Delacroix.... Aunque, esta vez, no en las aguas de pscinas de baños o harenes, sino en las tranquilas e infinitas playas de Punta Umbría, esas cuyas olas (y espuma) ha dejado para siempre en lienzo el infinitamente paciente pincel de mi buen Don Antonio.

Gracias a los dos

sábado, 7 de octubre de 2017

Blade Runner 2049. Una joya innecesaria



Axioma de partida: NUNCA se precisó una segunda parte de Blade Runner. Así era la rosa, autoconclusiva y dejada a la reflexión última de cada espectador. Dicho lo cual, era inevitable que una Obra Maestra del cine como esta fuera pasto de los secuelistas de esta triste época, en que impera la relacion inversa entre imaginación y codicia. Se intentó evitar, postergar... pero al fin, tuvo que llegar la temida segunda parte. Una segunda parte que, empero, nunca podría estar a la altura de la primera, por la simple razon de que eso es imposible. Solo la necesidad de continuar ese mundo oscuro de replicantes y humanos como insectos, en que el sueño y la realidad de cada existencia son tan difusos como las gotas de lluvia hace imposible inteoducir alguna idea a esa altura. Dicho lo cual, la secuela no intenta eclipsar a su antecesora, solo humildemente continuarla intentando llegar a su altura en la (parca) medida de lo posible. Y es en el humilde reconocimiento de tal imposibilidad donde reside su mérito. En que esa consciencia de finitud lleva a respetar al 1000% el mundo creado por Ridley Scott, Moebius y Fancher, intentando recrearlo hasta el punto de no prescindir de los tres elementos que llevaron Blade Runner a la gloria: la ambientacion, la opresion y el final no feliz. Estos tres elementos vuelven y, si bien es cierto que personajes como Luv (¿qué hace una supermalísima de comic aquí?) y Wallace (solo habrá un Tyrell, por mucho que hagan a Leto decir tontuneces) sobren de todo punto, la película devuelve al espectador a esa melancolía que sentimos cuando escuchamos por primera vez a Roy Batty hablar de las cosas que él vió y nosotros nunca creeríamos. Bueno... quizás no a tanta.

Boadella o la verdad de los bufones

Albert Boadella, esa síntesis del cachondo de Albert y el preocupado Boadella, ha hecho como los gays alemanes, que cogieron el apelativo despectivo "schwule" y lo tornaron en su grito de orgullo.
Boadella fue tildado de bufón en su tierra natal, y se convirtió en el bufon ilustrado que, tras escapar de Consejos de guerra franquistas, imputaciones en el país de la liberté y el rechazo de sus paisanos, fundó un partido político y se vino para Madrid. Lo cierto es que Boadella no hace distingos. Nunca los hizo. Simplemente carga contra quien en un momento dado le fastidia, que es aquel grupo, nacion o colectivo cuya estulticia llega al punto de hacerse peligrosa. El otro día, sin ir mas lejos, cargó en los Teatros del Canal contra el Arte contemporaneo (y sus coleccionistas) con tantos topicazos que, francamente, me molestó hasta a mi, y mucho. Pero así es él. Y esas cargas a veces son más molestas que las policiales, porque son cargas de inteligencia, cargas de profundidad lastradas con el peso de la verdad, y esas hacen un daño a los imbéciles que perdura en el tiempo, y no se cura facilmente. Boadella, a lo largo de su vida, ha demostrado ser, como mi amigo Juan Antonio, lo que yo llamo equijodiente, cualidad ésta que solo adorna a un puñado de personas excepcionalmente inteligentes y equidistantes de cualquier extremo -o sea, irremediablente en el centro- y les impele a decir la verdad, sin pararse a ponderar las consecuencias. Una suerte de irresponsable, ilustrado y especialmente peligroso síndrome de Tourette, porque teniendo cura, nunca se curará. Y demos gracias por tal naturaleza crónica, porque este país necesita más que nunca de niños que, amparados por la verdadera libertad de expresion (y no la concepcion moderna, que la limita a poder expresar solo lo que coincide con lo que yo pienso), clame a voz en grito que el emperador está desnudo. Porque lo está. Y más que nunca.

viernes, 8 de septiembre de 2017

Incendios, dirigida por Mario Gas, con Nuria Espert

(Fotografía Teatro de la Abadía)

Hay obras indefinibles porque la turbación que provocan en lo mas hondo del yo ni se esperaba, ni se creería. Incendios es una de ellas. Una obra redonda, perfecta, equilibrada y desgarradora, que deja tan agotado al espectador como probablemente a cada una de las 8 bestias teatrales que constituyen su reparto. 
El cumplimiento por sus dos hijos de la ultima voluntad de una anciana, aparentemente extravagante y sin capacidad de amar, les sumerge en el descubrimiento de un pasado de crueldades, ira, lucha y encuentro final, donde la historia reciente de Oriente Medio se desnuda para mostrar unas cicatrices que Mario Gas ha logrado que supuren comprensión y aceptación del mal último como producto, en ocasiones, de un azar donde amor, pérdida de una razon de vivir y aceptación del error se hacen una simbiosis que lleva, al fin, a la reconciliacion final, que es la reconciliación con nosotros mismos.
Tres horas que se hacen una -y corta-; unos monólogos tan sobrios como intensos, máxime cuando son declamados por una de las últimas grandes damas de la escena; el perfecto equilbrio de emociones y una puesta en escena alejada de excesos e inventos convierten esta obra en una de las mejores que he visto. Y probablemente, que vea nunca.

sábado, 19 de agosto de 2017

Alfonso Azpiri. In memoriam


   Ayer falleció uno de los grandes del comic patrio, con un estilo propio que impregnó no solo las viñetas, sino la historia del videojuego español desde sus inicios y todo el rango de ilustración, desde la erótica hasta la dedicada al cine, pasando por la dedicada a la aventura o la ciencia ficción.
Todo autor de laudatio presume de haber sido amigo de quien nos dejó. Yo no tengo ese honor, y no por falta de ganas, sino de encuentros suficientes. Nos conocíamos, nos apreciábamos y quiero creer que, de no haber mediado un Luxemburgo de distancia, se nos podría haber calificado de amigos. Pero nada detiene el tiempo, y esta vez nos pilló sin unas cuantas conversaciones, sin unas cuantas cervezas, sin un puñado de disensiones.
Pero bastaba con conocer un poco a Alfonso, por poco que fuera, para caer rendido ante su mezcla unica de genio, ingenio, encanto y esa galantería tan ochentera que siempre llevó a gala.
Nunca logré pillar a Alfonso descuidado: ni en el exterior ni en el interior, y echaré de menos su genio, su elegancia, su voz y ese carisma que lograba trasladar al mínimo boceto que trazaba.

Buen viaje, Maestro. Tu gente y tus creaciones no te olvidaremos




































martes, 27 de junio de 2017

El mejor 13 rue del percebe, por Juan Manuel Muñoz Chueca



Gracias por dar vida a mi guión, Maestro. Nos vemos en la próxima aventura de Mortadelo

lunes, 26 de junio de 2017

pieles, de Eduardo Casanova




Si se aguanta el perturbador envite de los primeros 20 minutos, si nuestra moral logra superar la presentación de los personajes, la lectura final de esta película es bella, por contrapunto a la repugnancia que Casanova nos arroja de primeras a la cara.
Dudo si -dudo que- la crudeza de las situaciones obedezca al mero afán provocador o al fácil intento de depurar la sala de espectadores que no estén preparados para llegar al final de esta parábola de seres horrendos. Es mas bien el comienzo del proceso de decapado espiritual en que consiste esta película. Un velo de aberración y rechazo que, si se tiene la valentía de descorrer penetrando el alma y las circunstancias de cada freak de esta parada hasta el último minuto de la grabación, pone de manifiesto la belleza de la valentía, la resistencia, el afán de maternidad, el recuerdo y, sobre todo, el deseo de ser queridos, que nos hermana a todos. 

El mérito de esta película convertida en objeto de culto desde el mismo día de su estreno es que nos lleva de la mano en un viaje circular en que deformidad y belleza acaban confundiéndose, al hacer aflorar lo que la fealdad atesora para no morir, y a la vez desenterrar el abono de lo considerado bello. 

Ya lo hizo Bacon a su manera, ahora lo hace ese niño gay de Aida...

... que creció, y pintó de rosa todo lo que le rodeaba





sábado, 24 de junio de 2017

Sueño, de Andrés Lima

La relación del hijo con la figura paterna es compleja hasta extremos que solo llegamos a conocer cuando dicha figura deja de estar. Es entonces cuando la hostilidad se convierte en culpa, y el culpable intenta a su manera aliviar tal sentimiento, en ocasiones a través de un homenaje. El de Andrés Lima es bello y duro, al combinar la obra más bella de Shakespeare con la plasmación del bonvivantismo irresponsable que no ceja ante la cercanía del fin, plasmado en la vejez que devuelve a la forzada -y fragil- niñez física; aquella que va en pañales, se cae y no se avergüenza, más que ante determinados recuerdos. El resultado, una obra potente y dulce, que no necesitaba la estroboscopia para lucir por sí sola.

miércoles, 14 de junio de 2017

The leftovers, o la elegancia de la sencillez final


Comenzó difícil, se desarrolló como una gran fábula sobre la posibilidad de que Dios puede resultar ser quien menos quiere serlo, y terminó como una gran historia de amor, donde ese amor que nunca claudica, al final todo lo puede. Una reconsideración de la epístola de San Pablo, solo que esta vez los corintios van de blanco, fuman y piensan que el mundo se terminó el día de la Gran Desaparición, y los vivos no son los muertos, sino los condenados. Al final, la trama que parecía imposible de resolver, se zanjó del modo mas elegante y sencillo, mediante el amor que intuíamos en los cuentos de princesas, en las gestas de los héroes, en las vidas de los Santos. Ese amor que solo se encuentra al final del túnel, si se avanza lo suficiente y nos quedamos sin oxígeno para volver. 

En ese punto en que la oscuridad es tan cerrada que nos traga, o se rinde y termina herida por la luz.

Una serie para degustar con paciencia, curiosidad y la inocencia de quien yerra, pero intenta no pecar

martes, 6 de junio de 2017

El cuadro inacabado de Frida Kahlo


Frida la infeliz, la desequilibrada por amor, la que todo quiso, y todo intentó. La que buscó el secreto de la vida en los incorrectos lechos y acabó en uno de dolor.

La cómplice y eternamente curiosa Frida dejó un cuadro inacabado que, hasta hace relativamente poco, se exponía en el caballete de la habitacion estudio de su casa museo.

Era un cuadro de Stalin, y no fue por casualidad.

Tengo una teoría sobre Frida, Trotsky, Mercader y una oscura asociación que algún día verá la luz

O no

Refugio, de Miguel del Arco (Centro Dramático Nacional)

Fui ya hace unas semanas y, por una u otra razón, no cumplí la palabra dada a alguien. Inspirada en Teorema, del Pasolini maldito, coge simplemente la idea básica de esa película, para demostrar la fuerza se la palabra. El escenario es, al menos para mi, una inteligente boca que, al final, se traga a todos, y demuestra que hay dos tipos de voces: las que hablan para manipular a otros, y las que nos hablan sin palabras, para enfrentarnos al espejo de nuestras propias mentiras. El extraño atormentado por la culpa que oye sin poder escuchar y, así, elige las palabras que cree le dirigen, sus propias palabras. Y el propio al que no le quedan palabras ciertas, solo su fuerza, para mantener un precarísimo equilibrio creado gracias a la perversión de aquellas.

Quizás las palabras, y las voces, no olviden cuando son torturadas para la maldad, y vuelven para vengarse.

Nueva comisión al Sr. Alfaro Rey


Ya quería yo una calavera de cristal para mi gabinete de curiosidades. 

sábado, 3 de junio de 2017

El arte y la eternidad



Soy un admirador rendido de Chema Madoz, por mas de una razón. Y después del libro de Asturias que le encargó la fundación Masaveu (Sr. Madoz, regáleme una copia del vinilo-faro, se lo ruego), mi fibra mas nostálgica ha quedado seriamente afectada. Dicho lo cual, cumple decir que, ademas de un gran fotógrafo, es un intelectual empapado de historia del arte.

Es este mundo del arte moderno (abstracción hecha de las llamadas obras efímeras y la madre que las parió) asistimos a un proceso acelerado de mestizaje de las más distintas técnicas y disciplinas. Ya no hay solo fotografía, collage, ready-made o poemas visuales. Atrás quedaron los  caligramas de Apollinaire, las cajas del grandísimo Joseph Cornell o los collages de Max Ernst como obras raras por únicas. El bombardeo de datos y el acceso inmediato a toda la información sobre tendencias artísticas provoca un empacho cuyo sueño, igual que el de los románticos, debiera vomitar no monstruos, sino prodigios. Y así, si tiramos de Madoz, afloran Mackaoui, Isidro Ferrer, Joan Brossa, Man Ray, los Ready-Made, los collages de Alfonso Buñuel.... Si buceamos en Ai Weiwei nos sale una mezcla de Marina Abramovic, Niki de Saint Phalle o los rockeros cubanos que se inyectaron el SIDA en los 80 como acto de rebeldía. Y así, figuras como Alexandre Dumas, Sironi, el Bosco, Goya (siempre Goya) y ese primitivismo que Picasso supo hacer salir del hipotálamo atávico perviven ad infinitum. Eugenio D'Ors (uno de los pocos que en el franquismo podía criticar y salir impune) decía que en arte lo que no es tradición es plagio, y es harto difícil encontrar una obra 100% original. No por un afán de copia, sino por las influencias -conscientes o inconscientes- que todo creador despliega en el acto creativo y, seamos sinceros, por la consciencia de autodestrucción que impregna todo alma sensible y ae transmite al público en general (gracias, señor Jung, por arrojar cierta luz al respecto). De ahí que todo arte tenga algo de religioso y, si se bucea sin rubor, de funerario. No por morbo, sino porque, al trascender a su creador, da pistas sobre lo que nos trasciende a cada uno de nosotros. 

Egipto, los castigos del infierno de Dante vistos por Doré, las fotografías post-mortem, las diableries, los falsos esqueletos de sirena de los circos de freaks, las cabezas jíbaras reducidas, los trabajos de Joel-Peter Witkins o las masas que aplaudían las ejecuciones son todo uno, y son muestra de que el arte no muere, y resucita a los que en cada obra se encierran. 

El arte, siendo eterno, nos eterniza.

Perú


Perú es un lugar amable. De gente amable, que a veces piensa que el verdadero Dorado no era sino una fórmula que Pizarro se habría traido de vuelta al Bernabeu, en lugar de tanto oro. 
Un sitio de gente entusiasta de de la vida, que conserva algo que perdimos hace mucho: la curiosidad que se maravilla ante cada pequeño milagro diario.

En Perú, la comida sabe más, sin necesidad de ir a Astrid y Gaston. El caldo de gallina más sencillo, sorbido sin prisa en Abancay como parte del menú de cualquier casa de comidas, despierta cuerpo y alma.

Las mujeres policía reconvienen severamente, en esos uniformes maravillosos, a conductores capciosamente distraidos.

Las carreteras nunca acaban de terminar, siempre queda un kilometro más de glorioso paisaje, un último valle, un pequeño cementerio con 3 tumbas de espejos que recuerdan que el alma es lo que nos enfrenta cada día.

En Perú, el Inca pervive en el rostro arrugado de cada serrano, en el brillo del maiz negro, el frío seco de las carreteras que corren a cinco mil metros, el sincretismo de Vírgenes por siempre embarazadas -como la Pacha Mama-o la sal del chocolate. No hace falta subir al Macchu Piccu

Perú es mucho, quizás todo.

sábado, 6 de mayo de 2017

Los sueños de Quevedo



Los sueños, vaya por delante, es una obra completa, y no puede reprocharse nada a un Echanove capaz de sobrellevar dos horas de un texto más que complejo. Con una buena puesta en escena, una mejor música y un excepcional elenco de personajes (especialmente Aminta y la muerte), el resultado, sin duda, vale y mueve.

Pero no conmueve.

Al menos, en este estadio inicial en que no se ve a Echanove cómodo con sus registros. Falta el Quevedo rebelde, irónico e irredento hasta su muerte -ya anciano, aguantó 4 años encarcelado-, y sobra bastante Quevedo quejumbroso. Con la gran voz que Echanove es capaz de sacar, los sueños precisan a un Quevedo soñador, no continuamente doliente, lo cual lleva al público a empatizar con el anciano y su agonía, pero no con el polémico y mordaz crítico, cuya primera víctima siempre fue él mismo.

La obra debiera mostrar la ensoñacion final de una mente única y cabal hasta el fin, una suerte de última mejoría, y no un ejercicio de piedad por alguien que, cuando menos, seguro que nunca la quiso. Al Quevedo de los sueños le rodean ensoñaciones y, como tales, deben maravillar, mas no atormentar al anciano preagónico que se nos presenta.
En suma, aceptada la innegable calidad de la obra, se echa en falta vigor en ciertos momentos de las ensoñaciones del genio, abstracción hecha de edades o estados de salud. Hay ancianos vigorosos y, por contra, jovenes muertos en vida. Estoy seguro y espero que, a medida que se sucedan las representaciones y Echanove gane confianza a un texto complejísimo, encontrará ese vigor preciso. Pero debe encontrarlo, so pena de convertir al genio doliente en una suerte de masa débil y quejosa, lo cual llevará -se insiste- a la compasion por un anciano desahuciado, mas nunca a la maravilla ante un genio eternamente rebelde.

martes, 21 de marzo de 2017

El Lúa de Manuel Dominguez


Con esta moda que comenzó Adriá, ese tipo listo que supo salirse antes de quemarse -recrearse, creo que lo llamó-, y siguió mi admirado David Muñoz -David, no esa invención llamada "Dabiz"-, uno no sabe ya donde ir, en este "gastromundo" donde con algo que huela a trufa, unas colmenillas y un chorrillo de ponzu uno ya puede -y debe- cobrar 150€ del ala por cabeza. De ahí que vaya siendo hora de hablar de uno de los pocos chefs que, junto al incimbustible Abraham García, no ha enloquecido: Manuel Dominguez y su Lúa, un local (déjenme de "espacios", siderales o no) correctísimo en su sobriedad donde uno puede dedicarse al noble arte de comer y degustar lo que come.

La pauta de éxito de un buen menú es doble: que te tome de la mano, y que te deje satisfecho. Un menú de estrella tiene que hacer de guía, y llevarte a un viaje que comience suave, que lleve a intensidades diversas y termine más feliz que dulce. Para ello se han de conjugar al menos tres factores: buen servicio, buen ambiente y mejor cocina. Y esto, lo logra Dominguez al mejor precio de estrella Michelin, con lo que sales satisfecho y con la sensacion de haber pagado lo correcto por una comida a la altura.

Dominguez sabe de cocina. Eso lo demuestra desde el minuto uno, y a lo largo del menú demuestra que domina las diversas técnicas gastronómicas, desde la esferificación hasta el marinado, pasando por la coccion de carne a baja temperatura durante prolongados periodos o el equilibrio de contrarios. Y demostrado esto, se lanza a una suerte de cocina híbrida entre lo gallego (no olvida las ajadas, la cuchara o el pulpo) y la modernidad que respeta el axioma de que el cliente debe comer y degustar por partes iguales a través de un recorrido diseñado con tales fines en mente. Y si a ello añadimos vinos blancos como ese "a tiro fijo" que le hacen solo para él, y un servicio que domina el arte de la prudencia y los tiempos, el resultado solo puede ser óptimo, como fue el año pasado y ha sido hoy. 

Por favor, Manuel, no cambie Usted.

lunes, 20 de marzo de 2017

Bella y educativa parábola postmoderna


En esta época de posverdad transversal y empática, mi resiliencia me condujo a poner en valor puntualmente mis tensiones acudiendo -en lugar de a un coach- a un gastrobar con mobiliario vintage de zona recién gentrificada, lleno de hipsters con mostacho que bebían rooibos y té matcha... donde la única persona normal que he visto en mucho tiempo se apiadó de mí y me  desempoderó la tontuna de una buena guantá a mano abierta.

Gracias, gracias, gracias

jueves, 16 de marzo de 2017

Zapatumbi the Wise (I)


Copyright Juanjo L. Escudero

sábado, 11 de marzo de 2017

Hace ya 13 años del 11-M

... y lejos de olvidarlo, el recuerdo de los inocentes destrozados en las vías dd los Cercanías cada vez se graba más a fuego e ira en nuestros corazones. Me cuesta escribir con moderacion, distancia o cordura sobre lo que fue la matanza más cruel de la historia de la España democrática. De hecho, no puedo escribir sin sentir tanto, y tan malo, que prefiero dejar de intentarlo. Pero nunca, nunca olvidaremos a cada uno de esos inocentes, gente de a pie, de esa que en ocasiones no puede ni permitirse el coche con que ir diariamente al trabajo.  Gente modesta, humilde, joven y vieja, de aquí y tantas otras naciones... porque el terror no entiende de nada que no sea rojo de sangre.

Qué fácil es cebarse con los débiles, a escondidas. Con los no tan débiles, cara a cara, en igualdad de condiciones, a lo mejor no lo es tanto.

Guernica (Star Wars), private copy from the original by Ismaelo Pop

The original, by the awesome Ismaelo Pop, is a digital creation worth having. Check his web: quite an awesome creator and blender of icons and places

martes, 7 de marzo de 2017

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad



Calificamos de personaje Conradiano a aquellos seres malditos, consumidos por tal tormento interno que con frecuencia les lleva a la autodestrucción a pesar del halo de un rol construido bien por asombro, bien por reverencia , carisma o el atractivo que la magna locura produce en los grupos humanos, a  imagen del Kurtz de "el corazón de las tinieblas" (heart of darkness) de Joseph Conrad, esa elegantísima narración corta que describe el viaje en busca del semidios a través de la fascinación de la abominación, la concepción de la fuerza en relación con la debilidad del contrario;  el olor del barro primigenio o la sublime naturaleza del halo psicótico. 

Tinieblas no es una buena traducción. Es oscuridad el fin del viaje, y seres como Kurtz nunca fueron juguetes en manos del Tiempo. Es el Tiempo mismo el que se pliega a su deseo para salvarles de la agonía y devolverles, desde la propia locura, a la segura y cómoda niñez o, cual es el caso, a los brazos del ser amado que fue, quizás, quien realmente les creó.

Porque al final, lo que se intuye de las últimas páginas, es que el corazón de la oscuridad no reside en las selvas de la locura, sino en los salones donde seres rechazados juran en secreto llegar hasta el fin del mundo para encontrar el marfil (o el oro, o el poder) que les reportará la aceptación última, la de aquellos pocos que, en su día, les despreciaron.

viernes, 3 de marzo de 2017

Arturo Marian Llanos. In memoriam



Arturo Marian Llanos no hubiera creado lo que creó sin su vida, sus 9 años en prisión y su patología esquizoide.

Hijo de una de las "niñas de la guerra" que la república envió a Rusia y de un periodista moldavo, la prisión era una maldicion familiar que tras el abuelo y el padreb siguió el hijo al ser detenido intentando pasar 1 kg de cocaína en los 90. Pero antes de eso, se había formado artísticamente en la Academia Ilia Repin, le habían expulsado de las juventudes comunistas, había llenado su mente enferma de pintores revolucionarios, simbología y sectas rusas y, como no podía ser de otra manera, comenzó a pintar el resultado de sendos sufrimiento, cultura, ideología, genio y esquizofrenia en lienzo o, ya en la cárcel, el papel y bolis bic que le podían pasar sus amigos.

Pasó hambre, en Moldavia y España. Pero hambre de la de verdad. Tanto que no supo ver la trampa de los traficantes que le delataron para ocultar el verdadero alijo que simultaneamente estaban pasando por la aduana, y pagó él mientras decenas de kilos pasaban casi a la vez, por el mismo pasillo. Y lo pagó con 9 años de prision, uno detrás de otro, en distintas cárceles, donde la unica droga que se metía era la que salía de sus enfebrecidos bics azul y rojo. no debe extrañar, pues, que tras salir de la cárcel durara poco. Pero cuando falleció su obra empezó a clamar por él a través de lienzos, dibujos y grabados que tenían la facultad de conectar ese cerebro ya muerto con el hipotálamo atávico de todos los que contemplaban sus obras.

La obra de Arturo Marian no deja indiferente porque no es realmente suya, sino de su locura esquizoide. Una locura que, por cultivada y genial, llega necesariamente a todo espectador que, sin poder explicar lucidamente el por qué, acusa el impacto casi físico de temáticas complejas y entrelazadas donde no cabe una sola idea mas. En la cabeza de Arturo sí cabían. Las nuestras se niegan a comprender, so pena de tener que caer en su misma locura para, por fin, aprehender la entropía de la creación sin límites.

Bienvenidos a la resignada locura. Aquella que acepta sin juzgar para crear con dolor de parto imágenes que devienen infinitas.

lunes, 27 de febrero de 2017

De autómatas, assemblages y superaciones


Siempre me fascinaron los autómatas clásicos. Los primeros en crearse, con sus movimientos torpes y forzados, como si siempre fuera la primera vez que se mueven, y hubieran de mover todo el mundo con ellos. Como si se quisieran despojar de una vida hereje por artificiosa y, como perros mojados, pudieran desembarazarse de ella simplemente por el hecho de ejercitarla paroxística e ininterrumpidamente. 

Estos días está exhibiendo Gilbert Peyre en el parisino Halle Saint Pierre, y ver sus obras me devolvió a aquello que, tangencial al arte, es oscura, tenebrosa y culpabilísticamente atractivo hasta el punto de configurar una suerte de metabelleza, de metacoleccionismo decadente, del cual cada vez me siento más enganchado. Es el paso siguiente de toda evolución, el coqueteo con las ideas de corrección y mesura, el juego con ese plus ultra que se adivina en las pinturas negras de Goya, las fotografías de Nebreda (o de Joel Witkin, por abundar), las novelas gráficas de Ernst o ciertas cajas de mi adorado Joseph Cornell. Es el intento de meternos en la obra -no la barata transgresión-, lo que subyace en las grandes obras de despecho de los genios. Ese afán de agarrarnos del cuello y forzarnos a ser parte de la obra. El usar nuestro horror atávico como un pigmento más a incorporar en el lienzo.

El problema es cuando la obra conecta demasiado con el espectador. Cuando el tedio, el hartazgo o el decadentismo de sendos creador y receptor conectan a nivel sináptico, cuando se entabla el diálogo arrebatador (en el sentido más Zulueta)....  Cuando comienza a nacer la adicción a buscar la obra (normalmente de madurez) donde el artista dió el paso siguiente, consciente, a su propio inconsciente. Allí conviven a menudo imágenes de la niñez procesadas por uno u otro sentimiento de culpabilidad (judeocristiano, homófobo por homófilo... Cfr. Herr Jung e.a.) con experiencias primeras frustradas, ídolos desencantadores y la percepción de que eso de la muerte al final va a ser cierto, tomando las riendas del genio y vomitando productos absolutamente telepáticos por conectados directamente con el atavismo más puro del testigo que, sorprendido, no puede dejar de mirar una obra aparentemente sencilla, turbadora o, simplemente, horrible.
Y así, de Doisneau se acaba en Nebreda pasando por Witkin. De Fidias se acaba en Peyre pasando por las pesadillas de Rodin, o de Jean Dubuffet se termina en David Altmejd pasando por Louise Nevelson.

¿Qué nos lleva a sentirnos atraídos por aquellos procesos en que los grandes creadores traspasan umbrales indescritos? ¿Cómo es posible que seamos capaces de discriminar las trascendencias de los genios de las mentiras que los mediocres cubren con el manto de la transgresión? En suma, ¿qué nos hace distinguir cuándo el emperador no lleva un traje nuevo y cuando el traje es tan innovador que se escapa al nervio óptico, y por ello solo adivinamos la sombra borrosa de algo cuya grandeza nuestro cerebro no cesa de gritarnos?

En la capacidad de identificar esa diferencia está el genio de quien mira.

lunes, 20 de febrero de 2017

Arrebato, de Ivan Zulueta



Arrebato trata de la relacion de un demente con su obra, canalizadora de sus filias, fobias, sueños y, especialmente, pesadillas.

La percepción -y comprensión- de la belleza puede ser múltiple, igual que lo son sus formas de disfrute. Pero bellezas hay pocas. Lo demas podrá ser otra cosa, perfectamente ejecutada, pero no bello. Las bellezas del cine son tres: la historia que cuenta (y cómo la cuenta); el modo de recoger la imagen-secuencia, y la fuerza de sus actores. Punto. Y la presencia e interaccion entre las tres determina la entidad de la obra concreta. Una de las intelecciones de Arrebato (mi inteleccion) es la que lo califica de metafora de la autodestruccion a que lleva toda obsesion. ¿Son los personajes fulminados por la cámara, que es toda cámara? ¿O es el círculo vicioso del creador que se coloca forzadamente en otro estadio de conciencia para avanzar en su creacion, al precio de lis estragos que esa violencia física produce en su cuerpo?

La pausa como umbral de acceso al estadio creativo del subconsciente liberado sin paliativos.
El arrebato como trance místico.
La curiosidad que lleva al peligro.
El espejo profundo de uno mismo
El sueño de la sinrazon que solo produce más sinrazon.
La banda de Moebius alteración forzada del estado mental-creación irracional- consecuencias físicas

jueves, 2 de febrero de 2017

El cartógrafo, con Blanca Portillo y Jose Luis García-Pérez



Hacía mucho que no presenciaba teatro, entendido como aquel fenómeno en que un puñado de personas (cuanto menos mejor, lo perfecto es una o dos) agarran al público de la mano, el estómago y/o el corazon y le fuerzan a descender con ellos al escenario, para pasar de espectadores a testigos mudos pero sensibles de unos acontecimientos desgarradores que se van desplegando ante ellos directamente emanados de esos pocos actores, sin la mediatizadora influencia de escenas opulentas, escenarios churriguerescos o efectos mendaces.

Ayer vi teatro. Puro, desnudo, desgarrador, íntimo.

Ayer, dos gigantes desplegaron ante mí un drama en que una niña pierde su infancia, pero no su capacidad de amor, y un adulto reencuentra el sentido vital recuperando a su hija muerta en otra, perdida tambien hace décadas, pero más viva que nunca.

Ayer, Blanca y Jose Luis demostraron que lo unico dificil es lo sobrio porque, sin artificios, solo queda la verdad. Y la verdad exige mucha profesionalidad, de esa que ya no se encuentra. Grandeza, quizás. Y en mas de 2 horas extenuantes, física y emocionalmente, estos dos monstruos, con solo unas sillas, tres trastos y una tiza, cartografiaron no solo el escenario y nuestras almas, sino todo el mundo del teatro. Fueron narradores, cuentacuentos, decenas de personas distintas en nanosegundos de distancia, y nos demostraron que el buen teatro es la capacidad de transportar al público al alma de lo representado. Dos horas de intensidad merced al esfuerzo genuino e ininterrumpido de dos profesionales que demostraron que amaban el teatro y lo afrontaron desnudos, sin artificios. 

Dos voces, dos cuerpos, muchas almas.

Véanla. El único problema es que después, poco estará a la altura


Luis

lunes, 30 de enero de 2017

Se nos fue Paloma Chamorro






La Movida tuvo su Old Grey Whistle Test. Se llamó La Edad de Oro, y a fecha de su último programa, el 2 de abril de 1985, habían desfilado por su modesto escenario lo más innovador de los 80, desde the Residents hasta Violent femmes pasando por Echo and the bunnymen, Aztec Camera o los grandísimos Smiths, todos en directo. Tal trasunto de genio lo supo llevar Paloma Chamorro, y no fue facil, pues a entrevistar a tipos tan complejos se añadía un auditorio más que proactivo que no dudaba en intervenir con todo tipo de comentarios. así, gentes como Serbando Carballar o Javier Furia se apeaban religiosamente de Aviador Dro o Radio Futura para hacer intervenciones que conciliaban su Zeitgeist con ese ánimo de hartazgo rupturista y rebelde tan propio de la Movida.

 Ayer se nos fue Paloma, pero queda su memoria, que hoy se une al de otras grandes como Blanca Sanchez Berciano o Juana Mordó, sin las cuales la Movida no habría llegado a ser lo que fue.

Va por Ud. Doña Paloma. 

Gracias de parte de todos

viernes, 27 de enero de 2017

El niño en David Nebreda


Ahí le tenéis. 
En su majestad de Dios para muchos,
gurú atroz, intenso,
sangrante.
Encerrado en un piso que es él mismo.

Pero ahora, (behold):
cansado
harto de ser él,
harto de que duela,
harto de no poder escapar
-salvo quizás, al despertar, los segundos hasta que recuerda quién es-

aprovecha el agotamiento
Íntimo
Único
de quien siempre está de guardia
para cubrirse y
¿quizás soñar?
que alguien
¿quizás ella?
Le salva con su escudo de lana entretejida hace 100 años.

Pero los gigantes son muchos,
el sueño de la locura no produce razón
y no sabemos si al morir dejamos de soñar
(O de sufrir)

L.

P.S.- A David Nebreda: vivas donde vivas, estés donde estés, descansa. Tápate con tu hada, y déjate acunar por lo bueno -que no tiene por qué ser bello-. Se te quiere.

domingo, 15 de enero de 2017

Los finales de Shakespeare (que son los nuestros)



¿Condena el autor a la realidad cuando plasma en papel la predicción de su cierto futuro, o solo revela que la realidad de cada uno no es para los demas sino una ficción? ¿Somos la materia de que están hechos los sueños, los actores que bajan del teatro finalizada la obra, seres de humo condenados a disolverse en la nada...?
La nada, ese todo de que salimos y al que volvemos, rezando para que al menos ella nos recuerde. Pero ¿quien recuerda al que recuerda? 

El tejido de la realidad, como el del espacio-tiempo o el genético, es tan frágil que, por mucho que lo pensemos inmutable, la parte más poderosa de nuestras mentes lo rasga una y otra vez cada vez que, cerrados los ojos, toma las riendas de nuestros sueños para jugar con nuestra percepción de lo que es lineal.

No hay flecha del tiempo, unidireccionalidad, lineas o nominalismo. Son todo trampas para eludir la gran verdad de que ni somos, ni sabemos nada, pues, quizás y al final de todo, solo estemos hechos para vivir hasta que dejamos de hacerlo.

...¿Fine?

Buen viaje, Luisa. (Cuando llegues y comprendas, recuérdanos).

jueves, 12 de enero de 2017

Triumviratos nada descabalados


Goya, Gutierrez Solana y Ricardo Baroja
Blake, Roland Topor y Günter Grass
Deineka, Bellows y Sironi
Sempere, Palazuelo y Gomez Perales
Jose Hernandez, José Benitez y Soravilla
Eduardo Arroyo, Lucio Muñoz y Alcaín
Brinkmann, los Franciscos, Peinado y Hernandez
Carlos García-Alix, Sergio Sanz y Arturo Marian
Perellon, Goñi y Mingote

(Tapies, Chillida, Saura, Zobel, Barjola, Naranjo, Hernandez Mompó, Guinovart e.a., para otro post. Sorry)

lunes, 9 de enero de 2017

Gracias, Alberto


La entrada al purgatorio al lado del rosal místico. Donde debe estar. Mas historia de redención, donde los árboles pasan a salvarse al lado de la metáfora del cordero

viernes, 6 de enero de 2017

Armas mortales de necesidad que ud. puede hacer en su casa (I): el croissant boomerang




Indestructible, impermeable y ergonómico, el croissant asesino lo puede Ud. hacer facilmente en el horno de su casa, con todas las garantías de impunidad: lo lanza, cumple su mortal funcion, vuelve a sus manos y lo puede hacer desaparecer mediante simple ingestion, como el jamon de Almodovar. 
Consulte nuestro catálogo. En breve, la galleta de café impermeable, óptima para operaciones de asalto submarinas.

lunes, 2 de enero de 2017

Filmoteca Aligustre V. Amor, de Haneke, y la niebla, de Sung-bo Shim



Al final no pude eludirlo más. Me armé de paciencia y me dejé convencer por Jota de que no cabía sino batirse con el Amor de Haneke. Y salí, lógicamente, perdiendo.  A su lado, la Niebla de Sung-bo Shim se quedó en un refrescante calabobos que, he de reconocer, se agradeció por lugar común, conocido y, por ende, refrescante.
Hay muchos cuentos, nada ficticios, sobre lo que nos depara la vejez. El del nieto que se niega a darle toda la manta a su abuelo porque guarda la mitad para cuando le llegue el turno al padre; el del sabio que predijo que su asesino moriría poco después que él.... De todos, me quedo con una frase que, según algunos, coronaba la entrada de cierto asilo:

"como tú estás, yo estuve. Como estoy, estarás".

El realismo es el miedo a lo que nos puede pasar, por posible. Si esa posibilidad se sustituye por la certeza de lo que -si vivimos lo suficiente- inevitablemente llegará, no hay película de terror que lo iguale, por ser aquel más anticipación que el juego mental que, al fin, es toda película de miedo. Vemos el terror para aliviarnos de lo que al caer el telón sabemos irreal. No se qué nos empuja a ver realismo. Sí, había que ver Amor. Y sí, es una película que goza de la oscura belleza de un desenlace mejor que fatal. Pero para quien ha visto visos de ese amor, ha olido el aroma a galleta mojada en bebida de cacao, sudor, abandono e inevitable decadencia que impregna esas casas (grandes o pequeñas, siempre huelen a lo mismo), el amor no llega a serlo todo. Amor es lo que hubo antes, no el torpe desenlace que la vida provoca. Y, no se si por edad o miedo, hubiera preferido una película como Paterson, sobre el amor que se vive, a una película como Amor, sobre el amor ya vivido. 

Tan buena que no habría que verla, pues no estamos preparados. Y yo, personalmente, nunca lo estaré. Ni para Amor, ni para Mar adentro, you don't Know Jack o Guzaarish. Y no por huir del dolor, sino por volar hacia él en la constancia y conciencia de haber vivido una buena vida.

Propuesta de guion Dickensiano, homenaje a la Flow de David Martinez

Padre con hija pequeña objeto de abusos psíquicos por parte de su pareja acaba siendo expulsado de su puesto en la funcion publica y vuelve a la Asturias de sus abuelos, a vivir de la caridad de una pequeña aldea vaqueira en la zona de Tineo. Allí se produce una serie de pequeños milagros y la cosa no termina bien, sencillamente porque abre otro principio

domingo, 1 de enero de 2017

Situación actual del mercado del arte en España y perspectivas de... ¿futuro?

Ante todo, feliz año, que comienzo sobrio (si bien no sobriamente); sin resaca de naturaleza alguna y aquí en Sevilla, cuna de la luz más clara que haya visto nunca, para verter dos ideillas sobre el coleccionismo de arte, el negocio a que éste ha dado sempiternamente lugar y la situación actual, a fecha de hoy, en España, en mi mas que ignorante visión.

Aserto básico: soy coleccionista. Modesto. De hecho modestísimo, como buen funcionario.

Segundo aserto (éste, inmutable): No soy (ni seré, ni quiero ser) un David Nahmad, la fundación de ningún banco que quiera eludir legalmente impuestos, una Gagosian o aspirante a futuro vendedor bohemio. Solo soy el enésimo friki de aquella belleza que unos pocos privilegiados son capaces de crear y plasmar en soportes tradicionalmente ancestrales, cual son el papel, el lienzo o la tabla a través de pigmentos, tórculos o cámaras de fotografía (sobre todo Leicas enfundadas en fundas viejas de cuero cuarteado). 
Siempre me pirró lo bello y su posesión, qué le vamos a hacer. Pero, eso sí, me centro en coleccionar arte de gente a quien quiero, aprecio o, al menos, he admirado por una u otra razón. Los pintores malagueños que tuve el privilegio de conocer; Carlos García-Alix, Sergio Sanz y un puñado de artistas contemporaneos con quienes departo llenan algunas de mis horas. Y si Juan Manuel Bonet no hubiera publicado su magnífico diccionario de vanguardias españolas, todavía -con mucha suerte y mas paciencia-, encontraría alguna obrita menor de algún vanguardista español en el Rastro o en los Encants. Pero como eso se acabó, me dedico a suspirar, pensando que cualquier día encontraré un Picasso o un Goya escondido detrás de un espejo antiguo, ocultado durante la guerra civil por algún burgués de buena familia para evitar los saqueos.

Como eso todavía no ha pasado, disfruto intentando identificar a grandes artistas de este pequeño país, a ojeadores natos que desconocen que lo son, a galeristas si no honrados, al menos justos y aprender todo lo posible de un par de amigos coleccionistas-artistas que para poder comprar obrones sin que ello les cueste el divorcio, me van vendiendo sus obritas, en la eterna evolución del coleccionista friki (gracias, Señores Javiermayte, Gross y Mauro, por tanto saber que me habéis regalado). Y lo que saco de todo esto es, sobre todo, la excusa para departir con gente excepcional, con un culturon del cuatro y de quienes aprendo cada segundo que estoy con ellos. El coleccionismo, al final, se queda en una excusa para hablar de Sandoval con Carlos, del Sida en las cárceles madrileñas ochenteras con Alberto, de Soutine con Paco o de lo Guardias Civiles que Franco le puso a Morcillo, con Mauro. 

Si a esto le añadimos que profesionalmente me toca saber de derecho financiero e impugnaciones de prohibiciones de exportación de obras de arte, así como que debo ser de los primeros que me metí en eBay y Todocoleccion cuando todavía era ibazar, unido al hecho de que mis amigos artistas se desahogan en mi hombro y que mi cara de inocente (por no decir otra cosa) atrae a los galeristas más golfos del orbe, me creo legitimado para escribir cuando menos estas lineas.

Dicho lo cual, puedo concluir que coleccionar arte es casi tan difícil y ruinoso como intentar vivir a su costa. Arte es, desgraciadamente, lo que Peggy Guggenheim en su día y los grandes galeristas ahora, digan que lo es. Id est, la bondad del arte es configurada en cada momento por quienes quieren vivir a su costa, que es poner al lobo a vigilar las ovejas. A este núcleo duro hay que añadir ojeadores, comisionistas, agentes, advenedizos, mecenas, herederos, vaciapisos (legales e ilegales), brokers, ex-parejas sentimentales con derecho a pensión compensatoria, hijos que solo valen para pedir la ultima versión  del iPhone, familiares buitres, asesores financieros, juristas desaprensivos... toda una pléyade de gente cuyo objeto y fin único es vivir a costa del pobre creador que, empero, nunca fue demasiado bueno con los números y, ademas, cuando le llega una cantidad la funde en dos días, normalmente en actos de generosidad. Y así llegamos al surrealismo último, en que un artista consagrado que reporta decenas de miles de euros a su galerista o mecenas, no tiene para conseguirse un espacio donde trabajar a gusto, irse de vacaciones donde no le molesten o, a veces, comer bien, tomarse una copa o comprarse ropa porque, ademas, el contrato que ha firmado con su galería es tan leonino que no puede siquiera pagar una comida con un dibujo, a riesgo de que se le eche encima medio Colegio de Abogados. Todo esto lo he visto yo.

En suma, no estamos asistiendo a una mercantilización del mercado del arte. Eso ya ocurrió. Cierto es que la crisis hizo mucho daño, pero quizás los activos de inversión que menos se resintieron con la misma fueron las obras de arte, mas revalorizadas que el tradicional patrón oro, y esto nunca lo supieron los propios creadores. Si no, vayan a Suiza, hagan un compromiso de compra bancarizado en cualquier entidad de crédito de las grandes, y verán que lo que mas se guarda en Zurich, Lausana o el próximo "puerto franco" pegado al aeropuerto de Luxemburgo no está hecho de diamantes, sino de lienzo y bastidor. 

Estamos asistiendo a la revisión unilateral y global del concepto y parámetros de lo que es arte más vergonzosa de la historia. Espero que coleccionistas, artistas y público en general tengan la moral y las ganas de usar los instrumentos que la globalización, las redes sociales y la técnica ofrecen para poner coto a tamaño atropello. Si no, el arte de verdad, ese que nos hace llorar sin saber bien por qué, morirá por desaparición, tedio o autodestrucción de sus creadores.

Que este sea el año