jueves, 25 de febrero de 2010

Más cosas del barrio: la guerra y el guerrillero

Justito al lado: de caer 10 metros a la izquierda, el disgusto personal habría sido mayúsculo.
El Che paseando en 1959 por Galerías Preciados que, por cierto, Pepín Fernández, como buen vaqueiro, abrió sólo para él. El Che tenía entonces 31 años y César Lucas, que no hace más que aparecerme como el autor de fotos coj...das de Madrid, debía estar recién salido de la pubertad. Por cierto, dejó una de sus boinas con la estrella por ahí cerca.

Cosas del barrio

En 1892, una de las primeras fotos de la Plaza y, desde luego, de la calle.
Cuando pasaban coches por delante del portal.
El niño Daniel Rivas, fotografiado por César Lucas en lo que puede que fuera la primera verdadera manifestación de la democracia.

En tierra hostil (The Hurt Locker). De Katheryn Bigelow

Cameron y su Avatar lo van a tener bien difícil para llevarse alguna de las estatuillas que valen la pena, y todo gracias a su ex. Para mí, decir que una película es redonda no equivale a que sea perfecta, sino más bien a que empieza bien, se desarrolla suavemente y termina igual de bien que empieza, enlazando el buen sabor de boca del final con el del principio y, de este modo, olvidando los fallos de lo que ha pasado entre medias, que, casualmente, es toda la película. En tierra Hostil cmienza igual que termina: innegablemente bien. Si a esto unimos una óptima selección del tema, una mezcla de acción, contenidos, mensaje y cameos digna de ferrá Adriá y una escenografía tan buena que se mimetiza con el espectador, tenemos lo que vi ayer. Es una pena que no pueda comentar más, más allá que habla de un equipo de desactivación de explosivos en Irak y de una frase que un soldado de Vietnam dejó escrita: "Cuando estaba allí, sólo pensaba en volver a casa. Desde que he vuelto, sólo pienso en volver a la jungla, para poder echar de menos de nuevo mi hogar".

miércoles, 24 de febrero de 2010

Paréntesis Friki 3: y ya, la guinda

Colgate sacó en su día una promoción en la que, con cada tubo de dentífrico, regalaba una figurita de la guerra de las Galaxias. Esta caja -la caja en sí, va en serio, no la figura-, perteneciente a la colección particular del mayor coleccionista del mundo, es el grial de los coleccionistas españoles de Star Wars. Y sí, también me falta, cosas del azar...

Paténtesis Friki 2: por si el padre de alguien tenía un cine antiguo

Más de lo mismo: conseguí -en su día- los carteles de cine originales españoles del estreno respectivamente del Planeta de los Simios y Planeta Prohibido, de estética muy similar al de la foto. La mujer y el monstruo es, quizás, el último cartel que me queda por conseguir antes de cortarme la coleta en el campo memorabilia cinematográfica del vicio coleccionista. Como aventuraba en el post anterior, si alguien lo tiene (el original, no una litografía actual, se insiste) en su casa y le ocupa espacio, paso en el momento que se indique a aliviar al poseedor de tan onerosa carga...

Paréntesis Friki de Memorabilia: el anillo de Tico de Danone y las máscaras de Orzowei de Bimbo. Si alguien los conserva...

Haciendo un breve paréntesis del tenor que últimamente está adoptando el blog, cuelgo dos objetos de veneración que, como buen coleccionista friki, estoy buscando y no hay manera de que aparezcan. Si algún caritativo lector los tuviera y quisiera hacer la buena obra del día, el que suscribe sería feliz, como sólo se es feliz remontándose a los tiempos en que todo era más fácil e intenso:
El reloj de sol que llevaba Tico, el de "la vuelta al mundo de Willi Fogg". Lo regalaba Danone y, fíjate tú, nunca me pude hacer con uno.
Estas máscaras, en colores marfil y negro, venían en los bollos de Bimbo y, creo, en los paquetes de pan de molde. Mismo drama de siempre: los bollos tenían mucha química, para pan bueno el casero y el niño, sin los regalitos de los bollos. Señores padres: hasta cuándo no se van a dar cuenta de que a los niños les gustan las gominolas, la Coca Cola y demás cochinadas?

martes, 23 de febrero de 2010

La magia de los caracteres chinos

Los caracteres chinos no se pueden aprender sin imaginación y, en concreto, sin nuestra imaginación. Los caracteres chinos provienen, en su mayor parte, de imágenes o ideas -ideogramas- evolucionados hacia la simplificación desde los primitivos dibujos que, plasmados en conchas de tortuga usadas por los adivinos, nos han venido llegando, desenterrados tras siglos de abandono. De modo que para plasmar la idea de río se dibuja una corriente, para "escribir" cerdo se pinta una cerdo simplificado girado 90 grados hacia la derecha, y para escribir casa, se "dibuja" un tejado; similares parecidos se perciben sin problemas en los caracteres de pájaro, hombre, puerta.... Hay cientos de libros que describen el proceso evolutivo del dibujo inicial hasta el ideograma actual, pero lo que más vale es la imaginación de cada uno, de modo que somos nosotros los que, nemotécnicamente, desarollamos nuestros propios trucos para recordar cómo és cada ideograma. Ambas posibilidades se ven claramente en los conceptos de virtud -"de"- y tiempo -"cì"-. El primer concepto, compuesto con los caracteres de "camino", "diez ojos" y "corazón", es fácilmente recordable si concebimos la virtud como el camino entre la precaución -andarse con 10 ojos- y la pasión -el corazón-. Lo mismo ocurre con el tiempo, compuesto por los caracteres de "hielo", "boca" y persona veloz. Si reflexionamos que para aprehender cada momento hay que congelar tanto lo dicho como lo hecho en un instante concreto... No se si será lo académico, pero a mí es lo que me sirve

Todo elemento "contiene" a su opuesto

No es que nos haga pensar en el opuesto para formarnos la imagen global del marco a examinar: el taoismo lo que nos dice es que, dentro de cada elemento, como parte intengrante -e integrada- en él, está su opuesto, de modo que tod cuerpo e idea está, per se, completo. Ese es, para mí, el espíritu del taoismo, y esa es la ida que plasmo, por si acaso.

La cinta blanca, de Michael Haneke (un cuento infantil alemán)

A excitación del señor ISY, amigo cuya sensibilidad aprecio, abordé anoche la tarea de ver "la cinta blanca", Palma de Oro de Cannes y, con seguridad, perdedora en los Oscars por las razones que se deducirán. Buenos planos -imperceptiblemente variados, como debe ser-, mejor tratamiento de la luz y el blanco y negro, y la típica cadencia que en los primeros 20 minutos hacía presagiar que me iba a tragar un tostón pseudobergmaniano de la leche, lo que motivó el preceptivo SMS-reproche al mentado amigo: fresas salvajes sólo hay una. Pero según iba avanzando la peli, las cosas no eran lo que parecían, y poco a poco, bajo el sustrato de limpia y elegante sordidez que sólo los alemanes saben imprimir a sus dramas, se iba intuyendo que la verdadera película estaba desarrollándose en el subsuelo de la pantalla, donde no se puede ver, pero se escucha, intuye y huele. Y el olor de lo que subyacía era a algo estructuralmente corrupto, a una decadencia moral y crueldad sólo par a la de los verdugos, a una podredumbre que viene directamente del árbol, y no de los frutos. A un pesimismo de época, continente y era que transmitía ese pequeño gran miedo que sólo imprimían los augures romanos cuando abrían las palomas y veían que los Idus de Marzo se prolongarían, inevitablemente, hasta el saco de Roma y las violaciones sistemáticas serbias.

Porque el mensaje de la cinta blanca, prolongado durante 140 minutos, es que difícilmente hay solución para la crueldad cuando ésta se ha ejercitado durante tantas generaciones que ha devenido un rasgo genético, del mismo modo que las automáticas, irremisibles y negras consecuencias de la misma. Y que esta crueldad se contagia, no sólo entre los individuos, sino que, trascendiendo, puede llegar a imprimir a los distintos colectivos y plantar su estigma en toda una nación, hasta el punto de hacerla construir campos crematorios donde había que tener el cesped en perfecto estado estético. La cinta blanca muestra -no explica: lo deja al juicio de cada espectador- el germen de la peor decadencia, la que no pudre el alma, sino que lo arranca de cuajo dejándonos vivos para sobrevivir destruyendo, y las consecuencias que se pueden extraer con la sola contemplación de los cachorros de las bestias que, indefectiblemente, no pueden hacer otra cosa que vivir la vida que el entorno ha marcado, una vida que nunca fue libre. Y así, se puede compaginar el rostro más inocente con el ejercicio de una crueldad que, por estar en todos lados, no es percibida como tal por quienes la inflingen, que la ven como, y la ejercen, del mismo modo que se respira: naturalmente. En la Alemania de principios del XX se torturaba a los niños. Hoy, se prende fuego a los mendigos con la misma sonrisa alegre, con el mismo candor, inocencia e ignorante crueldad: la película no sólo se llama "la cinta blanca". debajo, en caracteres de alemán antiguo reza "Eine deutsche Kindergeschichte", es decir, un cuento de niños alemán; y cada palabra no es en modo alguno baladí. Y sí, hay que preguntarse qué nos ocurre y cómo ponerle coto, porque la otra opción es aceptar que somos animales rabiosos con el poder de la inteligencia. Y yo, al menos, sigo creyendo.

L.

PS.- Otra película similar, muy, muy buena y que pasó sin pena ni gloria fue "En el valle de Elah". Si les gusta la cinta blanca, vean la actualización a la fecha actual

lunes, 22 de febrero de 2010

Los números que no cesan

Al igual que con el tiempo, somos seres de números y de listas, como pone de relieve Umberto Eco en su última novela. Pero, si bien respetamos a la eternidad y lo único que hacemos es intentar situarnos en ella a través de los distintos conceptos temporales, intentamos domar a los números dando un paso más que con el pasado, el presente y el futuro. Y así los hemos clasificado en pares e impares, primos, ordinales, numerales,... Cuando lo cierto es que los dos únicos conceptos que valen son el de la unidad y la diversidad y lo absoluto junto a lo inapreciable. Los números no acaban nunca, y cada número es par e impar a la vez, fácil de utilizar pero inaprehensible, por cuanto nunca existe un cuatro, o un siete, sino aproximaciones cuánticas a los mismos. Lo cual demuestra que, en el fondo, nuestra utilización de los números es otro intento más de dominar la realidad mediante conceptos en que sólo profundizamos lo justo para aprovecharlos. Y el cerebro nos deja hacerlo, aunque, a veces, tiene la tentación de ir un poco más lejos con ellos. Y es ahí donde empieza a acercarse al número y ver que, como las partículas subatómicas, el presente o el propio infinito, nunca llegamos al fin, pues siempre hay una millonésima más que nos aleja de nuestro destino final y nos obliga, por salud filosófica -y a veces mental, a retirar la lupa, el acelerador de partículas o el cronómetro atómico, so pena de tener que afrontar que lo real, lo presente y lo claro no es tal, sino una mera ficción aceptada por miedo a que se nos escape de las manos lo que siempre fue ontológicamente inaprehensible.

Recuerdo las veladas con Alfon en Calalberche, mirando las estrellas desde la terraza de su casa, antes de que todo pasara, recién vueltos de tomar el mini en el pilote, y las charlas-ponencia sobre la cuántica, la eternidad y todas las posibilidades que un tiempo eterno nos brinda de que todo vuelva a repetirse exactamente igual que ahora, de aquí a 10 a la n millones de años. Mareaba, y sigue mareando.

martes, 16 de febrero de 2010

el tiempo inmutable

Somos meros inquilinos de un tiempo eterno. Y como tales, pretendemos domeñarlo imponiendo nociones de pasado, presente y futuro, siempre con un mismo referente: nosotros. Hablamos de lo que vendrá y recordamos lo que vino, cuando lo cierto es que pasado y futuro no existen más que en la percepción de cada uno y, como tales, varían, de modo que existen tantos tiempos como seres humanos existieron, existen y existirán. Sólo el propio universo es el único árbitro válido del tiempo, y para ello, no sólo debiera tener conciencia, sino que, además, debería objetivarse para observar su pasado, su presente y su futuro. Y si el universo fuera capaz de salir de sí mismo, debería salir a otro sitio, con lo que deberíamos afrontar la existencia de una dualidad dialéctica más que integradora, de modo que cada partícula universal no se coordina con otra que la complementa, sino con otra que, erigida en su negativa, la define por oposición, lo que, a su vez, nos llevaría a una dualidad, a una opción: elegir que existe un antiuniverso (con otro tiempo, también eterno, que para verse debería salir, a su vez, de sí mismo), o que existe un ser universal. Qué curioso, cuando uno empiza a tirar de los hilos: siempre se enfrenta al abismo que ha de aceptar, o a la necesidad, humana, de rellenarlo.

viernes, 12 de febrero de 2010

A veces, veo conspiraciones

"revolving doors" policies
the Trilateral Commission
The Bilderberg club
the 300 Commitee
Masons
the Sion's protocols
Illuminati...

como diría Groucho Marx, nunca entraré en un club en que me quieran como socio. Se está convirtiendo en un deporte nacional, esto de ver conspiraciones por todos lados. Y juro que la coincidencia de este Post con las recientes manifestaciones de nuestro presidente es casual. Acabo de leer un Powerpoint de estos que ultimamente infectan mi correo, y es para echarse a temblar, justo antes de construir un refugio antibombas y autocongelarnos -todavía no se cómo- hasta dentro de 200 años. Si es que no tenemos nada mejor que hacer para divertirnos. En fin...

martes, 9 de febrero de 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

la perversión del Derecho

Hay un antiguo dicho inglés que reza "the law is a whore and a rich man's plaything". En este caso, no ha resultado ser el juguete de ricos, sino de un resabiado. Este viernes se publicaba en el BOE el Decreto-ley que regulaba las nuevas condiciones laborales de los controladores aéreos, en tanto éstos no se avengan a llegar a un acuerdo sobre el nuevo convenio colectivo.
Bien, parto -y en esto no yerro- de que la gente que me lee sabe pensar por sí. Prescindamos, pues, de que nos encontramos con una corporación de niños pijos, y examinemos lo que el gobierno ha hecho, que es, ni más ni menos, que imponer, mediante Decreto-Ley, unas condiciones laborales no pactadas, incluyendo expresamente en dicha disposición todo tipo de medidas para castigar cualquier reacción de los controladores.
El Decreto-Ley no es cualquier norma dictada por el ejecutivo, no es un Reglamento cualquiera: es una norma con fuerza de ley, mediante la que el ejecutivo se arroga la potestad legislativa para hacer frente a una situación actual -y no una mera expectativa- de "extraordinaria y urgente necesidad", como reza el art. 86.1 de nuestra Constitución. La garantía de la separación de los tres poderes estatales, ejecutivo, legislativo y judicial, es la garantía de subsistencia de toda democracia, en que es el pueblo, a través de sus representantes, el soberano de la vida política, siendo la máxima expresión de la soberanía popular la potestad de dictar leyes, depositada en las Cortes Generales. Y dicha potestad sólo puede, solo debe, ceder en aquellos supuestos en que se de tan excepcional y urgente necesidad que al gobierno no le quede más remedio que adoptar medidas urgentes para hacer frente a situaciones catastróficas mediante la figura del Deecreto-ley, que, empero, obligatoriamente tiene que ser "inmediatamente" sometido al Congreso para que éste, siempre en el plazo máximo de 30 días, convalide dihas medidas o, por contra, las derogue. Porque estamos hablando de un instrumento en que el gobierno invade la competencia esencial del legislativo.
El viernes, mediante Decreto-ley, se adoptaron medidas de presión para imponer a un colectivo -me da lo mismo en este momento cuál- unas determinadas condiciones laborales. En otras palabras, se ha consagrado la posibilidad de que el ejecutivo, sea del partido que sea, se pase por el forro toda la legislación laboral y el propio concepto de negociación colectiva. Y como se trata de los pijos de los controladores, que ganan un pastizal, el Congreso convalidará el Decreto-ley, pues el partido de la oposición no se va a oponer, valga la redundancia, por miedo a ser tachados de protegepijos, máxime en una coyuntura económica como la actual.
Yo no me meto en política: de hecho, el noventa y nueve por ciento de los políticos actuales me la refanfinflan por su incompetencia, falta de ética y cortoplacismo, tanto de un lado como de otro. Pero no puedo dejar pasar por alto una medida como la que leí el viernes. Recurriendo a la mezquindad, la envidia y el resabio tan propios de esta piel de toro se va a consagrar una medida despótica que habría que estirpar de plano, pues hoy se está tirando de un colectivo mimado que cae poco bien, pero mañana se usará con otro, pasado mañana con otro, y al otro con otro... y así, sin duda alguna, acabará pudiéndose usar con cualquiera de nosotros. Un oscuro aplauso, preñado de triste admiración, a una medida diabólicamente pensada, con la mezquindad, previsión y poder amputatorio dignos solo de su creador último.

Señores que nos gobernaron, nos gobiernan y nos gobernarán: hay que respetar mucho más el Derecho, y no utilizarlo a nuestro antojo, para nuestros fines, prescindiendo del verdadero espíritu de las leyes, ese que cierto gabacho quiso dejar claro para siempre en un libro básico para toda la civilización occidental salvo, como siempre, para nosotros. Pero Montesquieu murió hace mucho, y de qué van a venir a darnos lecciones a nosotros...

jueves, 4 de febrero de 2010

Kings of Leon: Spiral Staircase

Todavía quedan bandas de las que se puede decir que "se lo curran". Pocas, cierto es, pero quedan. Gracias, Don Yokin, por la ref.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Joaquín y su Royal Enfield

Joaquín y yo nos conocimos en 1941, cuando la India todavía era colonia británica, la guerra no acababa de decidirse y aún era posible encontrar lugares en que buscar, si no el olvido, sí el desapego necesario para pasar libremente desapercibido. Joaquín era hijo de una familia de la nobleza santanderina que tuvo que emigrar a raíz del alzamiento del 36 casi con lo puesto: su padre les despertó la madrugada del 18 de julio porque amigos de Melilla le habían informado. Bajaron directamente hasta Casablanca, de ahí a Londres (donde recogieron lo que pudieron de la sucursal de cierto banco suizo) y de Londres, a Delhi, donde echaron sus raíces. Ya en esos tiempos, como buen hijo de industrial burgués del norte, se debatía entre el sempiterno amor a Albión y la admiración por el milagro alemán, desconociendo, por entonces, la verdadera cara del monstruo que llegaría a anegar Europa en sangre. Y así, en las veladas del Country club de Delhi, con su chaqueta inglesa de paño, su pipa y sus ademanes de Boer adulterado, repartía pronósticos sobre el fin y la guerra: que si Churchill, que si la propaganda alemana... Nunca olvidaré esa temporada en que recorrimos juntos la India, en nuestras Royal Enfield, visitando amigos británicos, detectando conspiradores que luchaban por trocear la gran Dama del Imperio y, como Phileas Fogg, intentando salvara a damiselas y viudas indistintamente de diversos destinos crueles. Tras la independencia se marchó de la India, me consta que estuvo un tiempo de estraperlista en los trópicos y que luego se casó con una dama de la aristocracia americana. Lo último que se de él me vino a través de una fotografía de las revueltas parisinas del 68, en que, como siempre, salía al lado de Daniel el Rojo y, como siempre, se reía de su destino y de la vida, en este caso mofándose de la gendarmerie. Espero que le vaya bien y, en su memoria, adjunto una vieja foto que rescaté del baul de los recuerdos.

martes, 2 de febrero de 2010

Cuento con moraleja

Érase una vez un erizo muy presumido que, cruzando una noche una carretera, se dio cuenta de que una bolita de polvo se le había quedado clavada en una de sus miles de espinas. El erizito, que era muy presumido -debía ser metrosexual, el animalito- se paró en medio de la comarcal a las cuatro de la mañana y, sin más preámbulos, se aplicó a quitarse la bolita que sin duda eclipsaba su impoluta estampa. Y en eso estaba cuando, de repente, otro erizito le gritó desde el arcén:

- Erizo coqueto, erizo coqueto: un trailer de 18 ejes se está acercando por la carretera: corre a cubierto o te atropellará.

A lo que el erizo, muy digno y muy orgulloso, le replicó:

- déjame con lo que estoy haciendo, que si no nos preocupamos de quitarnos las motas de polvo, a estar limpitos y hacer bien las pequeñas cosas, ¿qué será de nosotros?

El erizo normal, sin dar crédito a lo que acababa de oir, insistió:

- pero macho: ¿tú eres oligofrénico, o de pequeño te diste de cabeza con la taza del Water al inclinarte a por el papel higiénico? que está viniendo un trailer de 18 toneladas y te va a dejar cual sello de ocho cuartos, erizo de Dios: quítate de ahí de una santa vez.

A lo que el erizo, todavía más digno, se ratificó:

- Todavía no he acabado de quitarme la bolita de la espinita y, además, al estar de espaldas al susodicho camión no lo veo, y si no lo veo, es que no existe y no me va a pillar.

Axioma éste que ya convenció al erizo sensato de que lo mejor para la raza eriza era que tan desgracida y abochornante muestra del género abandonara el mundo de los seres vivos y dejara espacio para otro ser más inteligente como, por ejemplo, un paramecio, con lo que dió la empresa por imposible y se fue. Al cabo de 10 segundos, la noche oscura fue rasgada -licencia lingüística incluida por el autor para acentuar el dramatismo de la estampa, rayana en lo goyesco- por el desagradable crujido que sólo puede hacer un trailer de 18 ejes cuando atropella un erizo con una bolita de polvo clavada en una espinita: el erizo digno, junto con su bolita digna, había pasado a formar parte de la pigmentación de la comarcal, y el tono ocre de su sangrecita, sin lugar a dudas, enriquecía el monótono gris de la carretera de marras, una carretera más de las que cuajan la rica y orgullosa península ibérica.
Moraleja: por mucho que el avestruz meta la cabeza en el suelo, el león no desaparece.
LF