Ayer falleció uno de los grandes del comic patrio, con un estilo propio que impregnó no solo las viñetas, sino la historia del videojuego español desde sus inicios y todo el rango de ilustración, desde la erótica hasta la dedicada al cine, pasando por la dedicada a la aventura o la ciencia ficción.
Todo autor de laudatio presume de haber sido amigo de quien nos dejó. Yo no tengo ese honor, y no por falta de ganas, sino de encuentros suficientes. Nos conocíamos, nos apreciábamos y quiero creer que, de no haber mediado un Luxemburgo de distancia, se nos podría haber calificado de amigos. Pero nada detiene el tiempo, y esta vez nos pilló sin unas cuantas conversaciones, sin unas cuantas cervezas, sin un puñado de disensiones.
Pero bastaba con conocer un poco a Alfonso, por poco que fuera, para caer rendido ante su mezcla unica de genio, ingenio, encanto y esa galantería tan ochentera que siempre llevó a gala.
Nunca logré pillar a Alfonso descuidado: ni en el exterior ni en el interior, y echaré de menos su genio, su elegancia, su voz y ese carisma que lograba trasladar al mínimo boceto que trazaba.
Buen viaje, Maestro. Tu gente y tus creaciones no te olvidaremos