miércoles, 29 de agosto de 2012

La economía china

Sobre esto, veremos si hablo, y si hablo aquí, porque hay muchas, muchas cosas por decir. Imaginen una colmena gigante gobernada por una abeja reina que, enloquecida, no cesa de parir millones de huevos, descuidando la propia estructura de los panales y la producción de miel...

Hablamos

China: a la tercera no va la vencida

Tercer año en Pekín, intentando aprender algo de chino en la BLCU. Este año me escapé con José a Shanghai, con Marianiki a Tienjin y conmigo a algún que otro sitio nuevo, y la ecuación sigue funcionando: gente excepcional, sumado a ganas de hacer amigos, tiempo y sitios nuevos deriva siempre en satisfacción plena. He sacado perlas de ostras con mis propias manos. He encontrado tesoros desconocidos en los Hutongs de Tianjin. He departido con artistas en sus inauguraciones, con supervivientes de Pol Pot, ya octogenarios y con gente a la vez tan pobre y a la vez tan rica.
Podría hacer 1000 posts y aún me faltaría. Veremos cómo mi emotividad, el sentido de intimidad de mis recuerdos y el palizón que me espera en el curro me dirijen.
Gracias por esperarme.
L.

Wild Bill, de Dexter Fletcher

El reciente cine británico nunca deja de sorprenderme. El suave crescendo de Wild Bill, unido a unos planos geniales en su brillante sencillez me dejó con el preciso sabor de boca que mi concretísima tristeza precisaba. Los britanicos se han hecho los maestros del tratamiento de temas sociales con una nueva flema que innova, y que no repite temas hasta la saciedad, enocntrando continuamente nuevas formas de reirse educadamente de realidades contra las que llevamos decadas luchando. El cine que comenzó con Full Monthy, siguió con trainspotting y eclosionó en Snatch no ha dejado de crecer, hasta el punto de que hoy, para muchos, cine britanico postnoventas equivale, per se, a buen cine.
Vean Wild Bill, de Dexter Fletcher, y disfruten como he disfrutado yo.