El reciente cine británico nunca deja de sorprenderme. El suave crescendo de Wild Bill, unido a unos planos geniales en su brillante sencillez me dejó con el preciso sabor de boca que mi concretísima tristeza precisaba. Los britanicos se han hecho los maestros del tratamiento de temas sociales con una nueva flema que innova, y que no repite temas hasta la saciedad, enocntrando continuamente nuevas formas de reirse educadamente de realidades contra las que llevamos decadas luchando. El cine que comenzó con Full Monthy, siguió con trainspotting y eclosionó en Snatch no ha dejado de crecer, hasta el punto de que hoy, para muchos, cine britanico postnoventas equivale, per se, a buen cine.
Vean Wild Bill, de Dexter Fletcher, y disfruten como he disfrutado yo.
miércoles, 29 de agosto de 2012
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