lunes, 22 de abril de 2013
El Don Giovanni del Teatro Real
(foto original del ABC, ojito)
Hay veces en que la ópera parece estar siendo cantada través de un velo de Myolastán (de ese que tanto añora Sostres). Veces en que parece que la escuchamos tras habernos chutado un Sumial (de ese que tanto gusta a ciertos opositores), y veces en que el que la versiona parece, llanamente, haber sido lobotomizado, cual imagen final del cuco de Forman.
Hay óperas que no debieran tocarse: Andrea Chénier, Tosca, Don Giovanni... lisa y llanamente, deben dejarse como nos llegaron. De hecho, creo que haría menos daño modificar alguna de sus arias que alterar la percepción de la historia que cuentan.
Pues bueno, hete aquí que llega un tal Dimitri Tcherniakov y, lisa y llanamente, la caga. Con artistas de la talla de Ainhoa Arteta, las posibilidades del Teatro Real y la garantía de uno de los grandes piezones de toda la historia de la ópera, la pifia más que el que confundió una despedida a Sor Otero (la última, en pleno camposanto) con una despedida de soltero, y apareció disfrazado de conejita del Playboy (no es broma). Es que no se ni por donde empezar: si por la escena del "cementerio", donde para iluminarnos, el pobre tenor dibujaba con el dedo la forma de la estatua inexistente; seguir por la no-grande finale, con todos ahí, a la vez, abarrotaos (me recordó a la escena nocturna, rodada a pleno sol, de "guns on the clackamas", donde los indios se aprovechaban de la "oscura noche" para sorprender a los vaqueros)... en fin, que habiendo habido abucheos múltiples, debían haber sido más. Manera de desaprovechar a maestros del bel Canto, Dios mío...
L.
PS.- De nuevo por favor, señor francés (ya mi subconsciente niega hasta su nombre), no nos haga esto... ya se que cuando pone "Nueva Producción"; "estreno mundial"; "obra hecha por encargo del Teatro Real"... o nos quita el intermedio entre actos tendríamos que darnos cuenta, pero aun así, se que debe tener un buen corazon y, como el ogro del cuento, le ruego que deje entrar la primavera en su espíritu. No es la crisis la que está liberando todos los Abonos del Teatro real (el mío, en unos días, si José accede)... es la pésima selecció de obras. Será que no estamos preparados pero, visto lo visto, es que tampoco quiero estarlo: al menos, para esto.
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