De Tomelloso a los mejores museos del mundo. De los vermuts en Lauticia a cerrar tratos de millones en el Maxim's... Del vaso de Peinado, a la 5a Avenida, y sin cambiar un milímetro. Ese Antonio Lopez, rodeado de (y por) pintores desde que fue concebido, en paralelo a la guerra que nos reventó. Esa es España, que pare a la par genios y guerras, arte y destruccion, sin saber con cual de las dos disfruta más.
El accidente me ha permitido retomar algún que otro proyecto -sedentes, siempre-, y uno de ellos me ha obligado a un nuevo visionado del sol del membrillo, tan lejano a aquel primero que tanto me costó (lo que no hará un joven estudiante de Derecho por encamarse) y que ahora, con el barniz de los años y la inmovilizacion impuesta por el astrágalo, se ha tornado en la degustación tranquila de un bello vaso de paz, tan parecido a aquellos que apuraba sin prisa en Tomelloso tras una jornada de detenidos, incapacitaciones y decisiones que no cabía más que tomar.
El Sol Del Membrillo es un poema quecte deja satisfecho y en paz, y que enseña cómo la belleza no ha de ser cruel, ni dura: la belleza pone a prueba al genio que sabe que va a superar el reto, y de ese modo se torna en un reto cómplice que se acomete en la anticipación de una victoria última y plácida.
Una anticipación que se degusta, con un resultado triple: el del proceso de creación, el de la contemplacion de lo finalmente creado y, como es este caso, el resultado cinematográfico.
Gracias, Señores Lopez y Erice, por una doble paz.
domingo, 21 de julio de 2013
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