Hoy, mi Santa Casa ha reconocido la existencia del derecho al olvido, obligando a google a arrostrar las consecuencias de no respetar la decisión de aquellos ciudadanos, cada vez más pocos, que quieren permanecer anónimos en la red de redes.
Hace miles de años, el olvido era una condena. Hoy, una bendición.
martes, 13 de mayo de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Querido D. Aquellos que te acompañamos en tu penúltima vida anterior, despertamos con este baño de realidad...la Santa Casa lo era por lo que lo era, y ya no lo es...hemos de vivir ahora con ello...
Publicar un comentario