1.- Elude deliberadamente el vino más caro, en pro del mejor vino calidad-precio.
2.- No te trae el mejor vino en abstracto, sino el que mejor acompaña el plato concreto.
3.- No trae un vino que eclipse el plato, consciente del protagonismo del caldo en cada fase de cada comida.
4.- Busca un vino que, en caso de que el plato tenga alguna carencia, la supla, complemente o incluso oculte, llegando a asumir la culpa porque “el vino sabía demasiado”.
5.- Es leal al director de orquesta.
6.- Vela porque el personal no rellene las copas demasiado rápido, sino solo cuando proceda.
7.- Disfrutando de lo que hace, hace disfrutar a quien se pone en sus manos.
8.- Habla con los clientes, mezclando el vino que presenta, su historia, anécdotas y, por qué no, algún taco emotivo.
9.- Contrapropone motivadamente al cliente cuando sabe que la eleccion de caldos de éste no va a ser la óptima o cuando -como pasa alguna vez- el que pide le va a dejar sin la mejor botella de la cava, esa que ha tardado años en encontrar, solo porque financieramente puede tras un pelotazo financiero, aunque no distinga un Romanée-Conti de un Pentavin.
10.- Por último, sabe ser a la vez correcto, educado, versátil, agradable, simpático, cachondo, iconoclasta e invitador, a la vista de la idiosincrasia colectiva de cada mesa concreta.
Ea