jueves, 26 de marzo de 2009

Tengo que cambiar de vida...

... Porque como siga con esta, no se yo si llegaré a los 60... (bueno, sí lo se: ni de coña). Ayer, caminando por el Paseo del Prado con el Maestro C..íades -gran amigo, fino jurista y cachondo mental hasta extremos pavorosos-, este gran hombre llamó mi atención sobre la incontrovertida belleza, latente dulzura y armoniosas proporciones de una nativa que, solita ella, estaría esperando con toda seguridad a un maromo de 1'95, fotógrafo italiano y ataviado con ese look retroprogreta que sólo queda bien a tipos así. Y yo, con mi 1'68 (1'70 si estiro el cuello), una ocupación de popularidad decreciente y ataviado con look indefinido -máxime ante la incontrovertida barriguita de embarazado que luzco-, me quedé ahí, pasmado y sordo a las arengas que C...íades me lanzaba, exhortándome a que la dijera algo. Y me dije yo (a mí mismo,no a ella, pobre inocente, ignorante de las profundas reflexiones que su mera existencia estaba provocando en mí): ¿qué leche la voy a decir que no parezca sacado de una película de Santiago Segura? porque lo que era absolutamente impensable era lanzarse, de golpe y sin previo aviso, a sugerir a la víctima que me encantaría practicar con ella lo que Rocamadour con la Maga, que podría esperar su amor -o su sonrisa, qué más da- más tiempo del que esperó Florentino Ariza por Fermina Daza ("amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la cintura para abajo") o que es más única que un milagro termodinámico y más maravillosamente impredecible que los sueños de Heisemberg. Porque si la suelto algo de eso sin previa anestesia o prevención, ahí sí que sale corriendo disparada y no para hasta Daganzo. Al final estas reflexiones se produjeron en un nanosegundo, usando el siguiente para dejar caer el tema, y me dediqué a esperar a cierta mejicana excepcional, ver cómo una argentina me negaba su beso de despedida -cosa reprobable, por mucho que la camiseta de Damart, la chupa de motero chungo y los pelos sobre la frente le produjeran el lógico rechazo-, e hincharme a Albariño en el Maceiras junto con un grupo de gays maravillosos con los que al final acabamos jurándonos amistad eterna. En fin, señores, que creo que puede que pudiera ser que existiera una hipotética posibilidad de que necesitara/quisiera/debiera encontrar a mi half orange y sentar la cabeza: no por los años, ni por el arroz, ni el qué dirán, ni los vestidos de los Santos, ni la librería de viejo con mi hermano, no: simplemente porque sí, y punto.
Hasta más ver...

2 comentarios:

Pitufa dijo...

Pues con todo y la pancita de embarazado, look indefinido y ocupación de popularidad decreciente, no puedes quejarte para nada de tu suerte... Como dirían en mi tierra: verbo mata carita y de eso a tí te sobra. Besos desde tierras lejanas.

demagophobe dijo...

Hombre, pitufilla... menos mas que me lo demostraste, que si no... Espero, de corazón, que te hayas desestresado de tus nuevas funciones profesionales y que sigas tan dulcemente encantadora como siempre. Espero que sea lo que haya.
Un beso, siempre