Los culturetas de mínimis piensan que para demostrar lo al día que estan en comics basta con poseer -ostensiblemente, eso sí- el Maus de Spiegelman, el Pyongyang de Delisle y el Persépolis de Satrapi (los sublimados añadirán el caballero oscuro de Miller, from Hell, la muerte de Superman o algo oscuramente distinto, segun ellos). Con eso ya cubren: ya molan.
Pero una biblioteca de comics es algo totalmente distinto. Una biblioteca de comics no puede ser ordenada, ni prevista desde cero: ha de revelar una determinada evolucion del lector, un camino ininterrumpido desde la niñez hasta la edad madura, en que la coleccion prosigue, crece. No se puede comenzar leyendo comics con Eisner o Jodorowski: eso es como leer el Quijote a los 6 años. Hay que comenzar leyendo tebeos; luego comics y despues ya hablaremos de novela gráfica o arte secuencial, que diría cierto hebreo que contrataba con Dios. En España, hay que comenzar con los grandes del tebeo: con Mortadelo, Zipi y Zape, Asterix. Con las versiones de los clásicos vividas por el Superlopez de Jan combinándolo todo con Tintin, adaptaciones de las novelas clásicas (tipo Joyas literarias juveniles) y algun que otro héroe de los de siempre, sea el Corsario de Hierro, Superman o Daredevil. Despues iran viniendo protoheroes, antiheroes y heterodoxias. Despues vendrán Sandman, el Rasputín de Corto, el Carlitos de Paracuellos o . Entonces es hora de disfrutar del comic europeo, los grandes americanos o la novela gráfica argentina: entonces la lectura del contrato con Dios, Mort Cinder o el Incal serán el placer que intento degustar a diario en casita o,cual es el caso, en la Ceuta de Dani, donde he encontrado, en la biblioteca de Julio, el mejor ejemplo de lo expuesto. Y para ellos (aquél aquí abajo, éste ahí arriba), van estas líneas.
lunes, 26 de agosto de 2013
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