martes, 25 de noviembre de 2014

La isla mínima, de Alberto Rodriguez

Película ésta que, como los malos toreros, comienza muy bien, se desarrolla con una congruencia intachable pero, al final, se desinfla y acaba desastrosamente la faena. Eso, si la acaba de algun modo.

Dejando aparte que solo es original para quienes no hayan visto True Detective (la idea es clavaíta, hasta lo de las marismas Bayou/Doñana y la parejita ochentera), parece como si el guionista se hubiera empapado de la citada serie americana, pero hubiera descuidado revisitar perlas del suspense policial como sospechosos habituales, de final magistralmente rematado. Porque... ¿qué pasa con el viejo depravado?, ¿quién dirigía la red de explotación de menores? porque si me he enterado bien, el único que muere es el mandado, ¿no?

¿Y qué ocurre con tanto personaje bien desarrollado pero que al final se queda en nada? ese padre más oscuro que Darth Vader, esa adivinadora... y, especialmente, ese barbitas furtivo pseudo Jarjar Binks, que al final solo se queda para resolver papelas al guionista y entregar un tupper de cangrejos. Pena de guión, con lo bien que podían haber utilizado al citado barbas para dejar un final redondo, haciendo que algun detalle de la foto -o el contenido mismo del tupper que les da- desvelara que el verdadero cerebro de la trama era él...

Pero no. Usease: la primera mitad no demasiado original, pero bien llevada, y la segunda mitad -sobre todo el final-... han olvidado terminarla.

Pena de oportunidad perdida.

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