Oigo la música en el piso de abajo; las risas, las voces al unisono intentando cantar en inglés: la alegría de estar juntos, el desafío de las voces jóvenes al paso del tiempo y a la puta parca y, aunque son casi las dos de la madrugada en Luxemburgo y estoy intentando dormir, no soy capaz de indignarme. Les imagino saltando, alegres, ansiosos por vivir, y no puedo condenarles. Yo fui así, y tambien desafié a cada segundo que pasaba, intentando secuestrar el tiempo para que no pasara... Y fui como ellos. Les oigo, sus ganas de vivir traspasan el forjado entre los pisos y, lejos de enfadarme, recuerdo que una vez fui así... ¿sigo siendo así, desafío al tiempo o he pasado a ser el hombre gastado que es solo un remedo de lo que fue?
Me da igual. Cierro los ojos y estoy bailando con ellos, soñando despierto. Y no me importa la realidad. Cierro los ojos, les huelo, y me regalan sus ganas de vivir.
Con eso, basta
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