"Cuando lo entiendas [por qué el caracol al que destrozaron el caparazón volvió al lugar de su desgracia nada más sanar], comprenderás las calles", auguró Roger al novato Jake Hoyt en el peliculón de Antoine Fuqua. De manera similar, lo que quedaba de Nicolas Cage pidió a Sera que nunca le pidiera que dejase de beber. En "la leyenda del Santo bebedor", un Rutger Hauer gigante no puede ni dejar de beber, ni dejar de intentar hacer bien las cosas. No es que quiera redimirse; es que lo único que le queda es su palabra, y no puede incumplirla.
Un director italiano rueda en París con un actor holandés -además de replicante- sobre guion de una novela de Joseph Roth, y le sale una metáfora neorrealista con toques de Guareschi y la inocente visión del primer Fellini.
Curiosa, dulce, parsimoniosa y con el justo toque de melancolía
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