Por mucho lugar comun (AKA topicazo) que pueda resultar, los sitios se conocen yendo donde su gente vive, no donde el turista va. Vitoria es una ciudad tranquila. Pausada. Para quien no gusta de estridencias, pero sí de una vida donde pararse a oler las rosas, que diría nuestro buen Ringo Starr. Vitoria está trufada, a partes iguales, de bares propios donde tomar tu pintxo mientras lees el correo, lonjas en proceso de cambio, unas excepcionales panaderías y pequeños comercios de lo más variado. Con una poblacion de origen magrebí al alza, el vitoriense se ve en la necesidad de cohonestar la paz en que vive con una globalizacion que a trompicones intenta imponerse.
En suma, Vitoria es una ciudad amable, de esas que te hace plantear si, en lugar de vivir en una metrópolis agitada para terminar en un ciudad apacible, no es mejor al revés, pasar la vida en la paz de una ciudad como esta para terminar en un gigante cuyas sacudidas de cemento nos obliguen a olvidar la proximidad del fin.