jueves, 2 de febrero de 2017

El cartógrafo, con Blanca Portillo y Jose Luis García-Pérez



Hacía mucho que no presenciaba teatro, entendido como aquel fenómeno en que un puñado de personas (cuanto menos mejor, lo perfecto es una o dos) agarran al público de la mano, el estómago y/o el corazon y le fuerzan a descender con ellos al escenario, para pasar de espectadores a testigos mudos pero sensibles de unos acontecimientos desgarradores que se van desplegando ante ellos directamente emanados de esos pocos actores, sin la mediatizadora influencia de escenas opulentas, escenarios churriguerescos o efectos mendaces.

Ayer vi teatro. Puro, desnudo, desgarrador, íntimo.

Ayer, dos gigantes desplegaron ante mí un drama en que una niña pierde su infancia, pero no su capacidad de amor, y un adulto reencuentra el sentido vital recuperando a su hija muerta en otra, perdida tambien hace décadas, pero más viva que nunca.

Ayer, Blanca y Jose Luis demostraron que lo unico dificil es lo sobrio porque, sin artificios, solo queda la verdad. Y la verdad exige mucha profesionalidad, de esa que ya no se encuentra. Grandeza, quizás. Y en mas de 2 horas extenuantes, física y emocionalmente, estos dos monstruos, con solo unas sillas, tres trastos y una tiza, cartografiaron no solo el escenario y nuestras almas, sino todo el mundo del teatro. Fueron narradores, cuentacuentos, decenas de personas distintas en nanosegundos de distancia, y nos demostraron que el buen teatro es la capacidad de transportar al público al alma de lo representado. Dos horas de intensidad merced al esfuerzo genuino e ininterrumpido de dos profesionales que demostraron que amaban el teatro y lo afrontaron desnudos, sin artificios. 

Dos voces, dos cuerpos, muchas almas.

Véanla. El único problema es que después, poco estará a la altura


Luis

No hay comentarios: