Para algunos, es ahí donde finaliza todo
para otros, es solo el comienzo.
El fin de la condena,
el fin del viaje,
el fin de todas las lágrimas
- unas y otras-
El fin de los sonidos, sean cantos o gritos.
El fin de los esfuerzos
por dejar de sufrir,
de odiar
de amar a quien no debemos.
Y así, el comienzo de ese fin
no es más que el fin del comienzo
marcado por un sonido, único,
que cada uno reconocemos, distinto:
la gota que rompió la sequía,
el viento que transportó la semilla,
el primer aire que aspiró el hijo,
el último que exhaló el autor del mal.
La nota con que comenzó su primera melodía,
la primera hoja del libro,
el pequeño gemido del primer amor,
la primera palabra,
el siempre,
el sí,
la promesa de que volveríamos,
de que nunca estaría sola.
Un sonido que,
en su única soledad,
nos marca el comienzo de la eternidad,
el fin del sufrimiento,
la nueva oportunidad,
el despertar de la vida a la que cerramos los ojos...
El fin de un camino
que,
quizás,
lleve a otro.
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