viernes, 2 de febrero de 2018

libros que se cierran

Hicimos tanto camino juntos

(no siempre de la mano, no hizo falta).

Dormíamos donde queríamos

-o donde podíamos, nunca importó-.

Vimos mundo,

vimos mundos:

aquellos que muestran, orgullosos, los países,

y los que hay que perderse para encontrar.


Fuimos felices,

(aun cuando no lo fueramos).

Nunca necesitamos otra cosa del otro

que lo que solo se precisa para sonreir.


No nos creimos eternos,

pero sí solidos.

No nos pensamos inmutables,

pero sí con la persistencia de lo que fluye.

No nos vimos indestructibles,

pero sí arraigados en el otro.


Hasta que tuvo que dejar de ser.

No por su culpa, o la mía.

No acabó el cariño.

Sólo el sueño.

Nos despertaron a la realidad

y,

en esa realidad,

no estábamos juntos.


Ahora me leo,

reviso con la mente todo lo pasado con ella

y,

sin arrepentirme un segundo,

ni dejar de sonreir ante el peso de lo vivido,

cierro el amplio libro de nosotros dos.


Aliso la arrugada hoja de papel en que he quedado

e intento,

viejo nuevo,

desechado papel con burratajos que no sirven

buscar las palabras con que reescribirme.

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