lunes, 18 de octubre de 2021

De fractales y proporciones aureas

Toda actuación humana termina respondiendo al curso natural de las cosas, sea aquella individual o colectiva. Los movimientos bursátiles, los desplazamientos de las masas, los colectivos cazadores y cazados, los cada vez más efímeros ciclos de los imperios que se suceden… todo responde a un orden prefijado por la naturaleza, por mucho que pretendamos desvincularlos de sus designios y acercarlos a los nuevos panteones del libre albedrío absoluto, el liberalismo económico, los derechos sin obligaciones o la nueva divinidad de lo humano. Santo Tomás -que muy posiblemente fuera un descreído que usó la razón para volver a creer- acuñó la teoría de la causa última para llegar a la conclusión de que Dios estaba en el final de todas las respuestas. La naturaleza está al final de las pautas. Y así, con la perspectiva adecuada comprobamos que todo flujo y decisión humana responde a parámetros naturales. Si unimos suficientes fenómenos atribuidos al libre albedrío y los examinamos desde la suficiente distancia encontramos fractales, encontramos la variable aurea, los mismos patrones de las plantas, las mareas o los movimientos de seres a quienes no atribuimos libre albedrío. Lo cual no quiere decir que estemos predeterminados, o que no seamos tan libres como pensamos -de eso hablaré algun día, o probablemente, no-, sino que cuanto más nos desnaturalizamos, más toma cartas en el asunto la naturaleza.

Solo que nos hemos vuelto tan arrogantes que ya ni intentamos verlo.

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