Santa Semana

La pasión todavía no ha llegado: el precio del diesel ha superado a la gasolina, con lo que quienes se endeudaron –todavía más- para comprar el supercoche, sólo podrán comprar carburante suficiente como para empaparlo y prenderle fuego. En breve, veremos si los tipos siguen subiendo o no, porque parece que la globalización sólo repercute en lo que conviene y, aunque los tipos bajan en los States, aquí siguen jodiendo a los que menos pueden pagarlos. Dios ya no existe oficialmente, así que no podemos encomendarnos a él, pero tampoco podemos permitirnos llamar al tarotista de la tele, porque hace mucho que nuestra operadora móvil nos limitó las llamadas por falta de pago. Y miro a mi alrededor y la gente no me puede escuchar, porque demasiado tiene con mantener precariamente su puesto de trabajo. Me pregunto también cuándo empezarán a petar, ya oficialmente, todas las empresas que están en la cola de suspensos de facto, lo que implicará el pistoletazo de salida para la debacle: y esto ni es dantesco ni se puede imputar totalmente al partido en el poder (cuya actuación es sólo comparable a la maravillosa oposición del amigo de Tato), pero es la cruda realidad. La Semana Santa no se ha adelantado por las veleidades del calendario Gregoriano, del mismo modo que el cambio en el calendario revolucionario no evitó los desmanes de Robespierre y sus complejos. La Semana Santa, lo que ha hecho, ha sido simplemente quitarse de en medio pronto, para dejar paso a lo que ha de venir. Que nos sea leve y, mientras tanto comamos, bebamos y amemos a quien se deje amar, pues el domingo de resurrección dará paso a un nuevo Carnaval, más laico todavía, de preparación para el nuevo miércoles de la ceniza, que ha de venir. Felices vacaciones