martes, 31 de agosto de 2010

Cosas típicas a hacer en China






1.- Ser deslomado por un simpático y servicial guerrero mongol.
2.- Disfrutar de la maravillosa y espontanea ópera norcoreana el día de San Valentín chino (16 de agosto) acompañado por dos surcoreanas mientras que se degusta morcilla de Burgos (también norcoreana), tortilla española "à la Pyongyanaise" (éstos debieron pasar por Asturias antes de meterse en cuestiones de paralelos 38 y similares...), y se bebe licor de hueso de tigre pretendidamente afrodisiaco
3.- Comer alacrán, caballito de mar y cocodrilo
4.- Ser arrollado por la "gestora de autobus" porque sólo pagaste un yuan y te has pasado de la parada que le dijiste
5.- Sacar saltamontes caníbales de tiendas mongolas donde frágiles grupos de italianas (5 por tienda) esperan que las salves de tan feroces y despiadadas bestias.
6.- Comenzar a tomar yogures chinos y no parar, de lo ricos que están, hasta que el decimotercero que te tomas te provoca tales retortijones yogurteros ("yogurtian retortijons") que te doblas by the middle y no te queda más que arrastrarte hasta el maravilloso baño público más próximo.
7.- Llegar tarde a tu propia fiesta, que te has montado en la explanada del edificio 17.
8.- Ser acusado por helenas alteradas de que te has llevado la bolsita de te (1 mierda bolsita que ya se cobraron de sobra los del Laotse café con la factura de la jodía ceremonia del te) que habían regalado al grupo entero: tocábamos a una hebra por persona ( a la pobre y maravillosa Konstatina la indujimos al vicio de la sisha, con lo que supongo que el gobierno heleno nos habrá prohibido poner pie en las tierras olímpicas hasta que las ranas críen pelo)
9.- Celebrar cumpleaños inexistentes en el coin hot pot para brindar con los asombrados grupos de nativos por el homenajeado (yo): los pobres siempre accedían a cumplir la típiquísima y conocidísima costumbre española de que el chico del cumpleaños hace un brindis cruzado con la chica que elige.
10.- Negociar precios en el pearl market aduciendo que no sólo eres un pobre estudiante de chino (a la vez que se enseña la identificación como estudiante de la BLCU), sino que además no eres americano, ni inglés ni alemán, sino mejicano (no se por qué, pero a ellos les respetan). Para sacar barato el móvil Vertu de oro y diamantes -todo auténtico, claro está, que uno siempre tiene 300.000 euros de sobra para algo así...

Giovanni, Paco y el ratoncito que viajó de Panjiayuan a Preciados




Eranse una vez, que se que eran, dos tigrecitos mongoles llamados Giovanni y Paco que, peleados por una cuestión de faldas, fueron condenados a permanecer uno al lado del otro para siempre, y a animar los viajes de españoles tarados, italianas bellísimas y japonesitas tímidas. Tras un tiempo se dieron cuenta de que lo que verdaderamente vale en esta vida no es ejercer poder o infundir temor, sino hacer sonreir, y desde entonces son felices haciendo felices a los demás.

Erase una vez, que se que era, un ratoncito aventurero que, harto de estar todos los días en su marco, siendo expuesto en el mercado de los domingos de Panjiayuan, convenció a un españolito que por ahí pasaba para que le llevara a Madrid. El españolito, en busca de cosas bellas, fijó sus ojos en el ratoncito inquieto, lo miró y captó el mensaje de ayuda porque, en muchas cosas, eran parecidos: eran pequeñitos, a veces se sentían cautivos y querían ver el gran mundo. Con lo que el españolito, armado con sus rudimentos de chino, convenció no sin esfuerzo al dueño para que liberara al roedor de su marco, se lo echó al petate, le metió en la mochila y el ratoncito atisba ya, desde su atalaya en Preciados, el nuevo viejo mundo hasta donde ha viajado.

viernes, 27 de agosto de 2010

China, mes uno, un mes después






Por motivos ajenos a mi voluntad no he podido actualizar el blog durante mi estancia en China, razón por la que fui apuntando, a la vieja usanza, aquello que, por entender medianamente digno de atención, iré colgando poco a poco en los próximos días. Hoy, tras la dura reincorporación al trabajo y aquejado todavía de jet lag brutal tas la llegada de ayer, escribo unas líneas genéricas para justificar por qué este viaje ha valido la pena. Aunque quizás bastaría una frase, que dejo escrita hoy por si a lo largo de la tarde me atropellara un coche o acaecer similar: el martes 24 de agosto de 2010, día de San Bartolo, el abuelo José habría cumplido 100 años, y el martes 24 de agosto de 2010 fui feliz. Feliz como hacía tiempo que no había sido: en la constatación de que sigo vivo, de que sigo con la capacidad de rodearme de gente que puede, a su vez, dar y recibir amor,y feliz incorporado en un variopinto grupo de gente, a su vez, feliz. Fuimos uno, fuimos muchos y fuimos todos, y nos dábamos cuenta de dónde estábamos, de cuándo estábamos y de que lo vivido no se volvería a repetir. Y nos dimos, y bailamos, y abrimos los ojos hasta que casi se nos salen de las órbitas para aprehender, en un día que aglutinó todo un mes, la maravilla de la vida. Miro hacia atrás y pienso en Daniel, Susana, Slvia y Uri, Konstantina, Will, Paul, Juanita, Jessica y Roberta; Rosa-Lola y Alma; Matteo, Giorgio, Joy, Jinsailón (pronunciarlo con lánguido acento italiano), Paul, Valentina, Flo, Giovanni y Paco. Antonio y Carolina...

En Mongolia y las tiendas con insecto dentro
Los dantescos baños,
los maravillosos hutongs.
La cerveza Sing Tao, los cacahuetes blandos y esos yogures en tarro de barro gris que no pude traerme.
Las señoras-gestoras de los autobuses,
el 690 que me dejaba en Qianmen,
Wudaoku.
Las cenas con surcoreanas en norcoreanos de ópera totalitaria, fotos prohibidas y morcilla de Burgos (o de Pyongyang, ya no se).
Las fiestas a la entrada del edificio 17, más popular que la ciudad prohibida.
Los pinchitos de alacranes, caballitos de mar, cocodrilo,
el pato pekinés del Quanjude.
Las compras locas en el Silk Market.
La ópera de Changan, las acrobacias del teatro del cielo y la tierra (Tien di)y la ceremonia del té.
Los maravillos Hot Pots, las pizzas chinas, los dumplings del mercado (4 yuanes la bandeja de 10) y los pastelitos de chocolate.
El frío de Mongolia, el fresco de Mutianu y el agobio del calor en pleno trasbordo de la línea 13 a la 2 en Xizhimen.
Li Laoshe y la voz de nuestra profe cantando por llegar tarde (ni wuan le, que escribiría Matteo)
Las clases intensivas de 8 a 12 de la mañana,
la librería de la BLCU
el Rastro de Pekín
El Pijou
...
Dentro de mí se que todavía, en realidad, no me he ido. Sigo en mi habitación del 17, y en cualquier momento despertaré, y me tocará ducha y clase: nuevo día, nueva lección, como siempre. Y cuando despierte me preguntaré cuánto me queda para volver a Madrid, y esperaré que sea mucho.

(Tengo que comentar este sueño a Daniel que, como hace filosofía, podrá decirme qué significa).