jueves, 31 de mayo de 2012

He vuelto a casa

Al fin, he vuelto a casa. Tengo más de 90 años, y no recuerdo un día en toda mi vida en que haya podido descansar.
Nací en una parroquia de Luarca en 1919, en esa Asturias de revueltas, hambre y descontento que se añora en la misma medida en que se odia. Con 15 años, enamorado hasta el último nervio, seguí a una vaqueira de ojos grandes, caderas de poder e ideas anarquistas hasta Oviedo, donde perdí medio pie en el asalto fracasado del 10 de octubre al cuartel Pelayo. Herido, pero feliz, logré escapar de la guardia mora (que todavía duerme, enterrada, bajo la hojarasca del cementerio musulmán de Barcia), y viví junto a la mi vaqueira uno de los dos grandes amores de mi vida en la comuna del gijonés barrio de el Llano: en esa Utopía única que, como todos los sueños, duraría lo que una lágrima el último día del último verano.

Años después, tras una guerra civil perdida y la muerte de mi Covadonga por una bala perdida –o, quizás, no- emigré a Cuba, perseguido, hambriento y ebrio de las palabras de la coañesa Eva Canel, adivinadas un día entre los garabatos anticlericales pintados en el muro de la destruida iglesia parroquial: “habéis salido para dar rienda a las aspiraciones vuestras de ser y tener”.

En la Habana, recuperado a duras penas del viaje y el periodo de cuarentena en Triscornia, comencé durmiendo detrás del mostrador del Gran Bazar Navia, en la calle Obispo, hasta que el dueño -un paisano que contrajo la sífilis en el viaje desde el Musel y moriría años después, sólo y enloquecido, vigilando las barcas de Playa Girón-, tuvo a bien hacerme encargado de tienda. Pocos meses después, logré convencer a uno de los terratenientes azucareros de Trinidad para exportar ron cubano a Florida: así comenzó lo que, con los años, se convertiría en un próspero negocio de importación-exportación de todo tipo de víveres y especias, dando trabajo a 300 personas… hasta que llegó la Revolución y tuve que escapar, de nuevo sólo y con lo puesto por patrimonio, escondido en la bodega del último barco que salió de la Habana con destino a Buenos Aires.

Recuerdo el miedo, el olor a orines y gemidos escondidos; el tiempo que no terminaba de pasar. La oscuridad, los ojos de una jovencita llamada Blanca que, también escondida en la bodega, soñaba, valiente, con un mundo mejor donde volver a empezar… y, al fin, el sonido de un bandoneón, de una bienvenida: el bostezo vespertino del puerto de Buenos Aires, que sonaba a esa canción de la ribera que Bogeschi y Bonano dejarían oculta, para siempre, en los acordes del tango porteño más conocido.

Allí me casé con Blanca, mi niña oculta del barco. Allí tuve a mis hijos, y allí monté mi pequeño colmado –el primero- donde, un 29 de septiembre de 1964, llegaría Joaquín el dibujante, el hijo de mis amigos andaluces, con un ejemplar de la revista Primera Plana, su sonrisa misteriosa y avispada, y una frase que solo después comprendería: -aunque sós gallego asturiano, ese entrecejo de vós no morirá nunca-. Esa revista contenía la primera tira cómica de Mafalda y, pasados unos días, vi mi reflejo encerrado en una de sus viñetas, junto a mi hijo Manolito. Sólo que en mi nueva vida de tinta, en lugar de asturiano era, efectivamente, gallego. Y no morí nunca.

Blanca me dejó hace dos meses, para ir a un sitio mejor y allanarme el camino. Con mis hijos haciéndose cargo de los negocios, vuelvo al lugar donde nací, justo encima de Luarca, en una España arrasada económicamente, con más paro, pobreza y desasosiego que hace 70 años y en que los jóvenes, de nuevo, preguntan a los agentes navales cuánto costaría un billete a las Américas. Una España otra vez sin esperanza, en un mundo que ha encogido demasiado: un mundo en que no se si los míos podrán sobrevivir.

Y saludo a los biznietos de aquellos a quienes un día conocí. Contemplo Luarca desde el mirador del cementerio. Aspiro, por primera vez tras 70 años y, muy probablemente, por vez última el olor de la hierba mojada, y tomo el ALSA para Avilés. Desde allí, a Barajas y desde Barajas, a Buenos Aires.

Al fin, vuelvo a casa.





D.

martes, 29 de mayo de 2012

10 comics que habría que leer antes de morir

Desde Little Nemo in Slumberland pasando por Yellow Kid, el Príncipe Valiente, el Tarzán de Burne Hogarth, the Katzenjammer Kids, las tiras de prensa de entreguerras, el comic argentino, Tintin y Asterix, el Underground que consagraría a R. Crumb; la monopolística Bruguera española, la cruzada de Toutain por introducir el comic europeo, el arte de Corben, el rol de la Metal Hurlant, el comic de aventuras franco-belga y la línea clara (un abrazo, Fernando, y ánimo con esa tesis)... hasta el actual comic comprometido que comenzaría en 1980 con la primera parte de Maus en la mítica Raw (sí, señores, Maus no es del 2001, fecha en que Planeta sacaría la edición completa y "comprometida": sorry, folks), y culminaría con las obras de Guy Deslile, el Persepolis de Marjane Satrapi o las notas al pie de Gaza de Joe Sacco, más de un siglo ha pasado en que el comic se ha consagrado como una de las bellas -y necesarias- artes. Así ha sido, y así seguirá.

Al comic le ha ocurrido como a los capiteles románicos: lo que comenzó como un instrumento de entretenimiento de masas no ilustradas, ha devenido uno de los medios de expresión cultos por antonomasia, y no hay intelectual moderno que no tenga su comic de referencia, siquiera para cumplir con su público. La cuestión armenia, las notas al pie de Gaza, la adaptación de el paraíso perdido de Milton o a la búsqueda deñ tiempo perdido de Heuet, el saber de Jan y sus adaptaciones literarias vividas por cierto superhéroe que vive en Barcelona... dan cumplida cuenta del auge de un arte que combina ética con estética, y llega a todo aquel que tenga oídos para oír los bocadillos y ojos para degustar unas viñetas que son obras de arte y abarcan todo el espectro literario y vital.

Es imposible hacer una lista de todo lo que me gusta, pues me gusta casi todo el comic -salvo cierta publicación que va de rompedora y se ha anclado en el asco, léase TMO-, pero haré un intento y pongo una lista limitada a 10 maravillas de las que yo personalmente disfruto, por un montón de razones, entre ellas, sentimentales. Y perdónenme ex ante los puristas por meter Olés al lado de Mort Cinder: yo soy así. Fuera quedan no ya decenas, sino cientos de joyas como las expuestas en el párrafo inicial.

Que Uds. lo disfruten y, si desean unir su lista a la mía yo, al menos, aprenderé.

1.- La primera línea argumental de Sandman, de Neil Gaiman, Sam Kieth y Mike Dringenberg (Primera Edición española: Universo DC, núms. 17, 25, 26 y 27)
2.- Miracleman, de Alan Moore (Primera Edición española 1989, creo, en DC)
3.- Hom, de Carlos Gimenez (Primera Edición en la colección Papel Vivo núm. 8, ds. la Torre)
4.- El señor de los chupetes, de SuperLopez (Primera Edición en colección Olé de Editorial Bruguera, núm. 5)
5.- Sir Tim O'Theo y la verruga de Sivah (Primera Edición en colección Olé núm. 73)
6.- Zipi y Zape y el tonel del tiempo (Primera Edición: colección Alegres Historietas de Bruguera, 1971)
7.- El Incal, de Moebius y Jodorowsky primera edición en español: colección humanoide -metal Hurlant presenta-)
8.- Bernard Prince, la Fortaleza de las Tinieblas (en Mortadelo especial alpinismo, núm 38)
9.- Mort Cinder, de Breccia y el "desaparecido" Oesterheld (publicado por capítulos en la Revista argentina Misterix, núms. 718 a 798, 1962 a 1964)
10.- Gothic, en "leyendas del caballero oscuro" 6 a 10, Ed. DC/Zinco

Un abrazo,

D.

martes, 22 de mayo de 2012

Uno más uno son Dios

Antes de morir, habría que llegar a ser uno con la Eternidad. Prepararse para entrar en ella. Si Dios quiere, moriré escuchando el primer movimiento de las variaciones Goldberg en cualquier colonia lunar, observando al espacio desde el mirador de la mayor de sus cúpulas y, todavía, preguntandome el por qué de todo. Y con los ojos bien abiertos, me asomaré a una verdad última que se que no comprenderé, pero aun así me asombrará tanto que precisaré de toda una Eternidad para entenderla. Y así me debiera encontrar a mí la muerte.

Cierro los ojos. Me cuelo en los sueños de Asimov, Clarke, K.Dick, Aldiss... y extraigo de ellos la sustancia necesaria para construir mi particular observatorio en la primera colonia humana que sea fundada en la luna. Habré dejado una tierra futura, sospechosa y tristemente parecida a la que el difunto Moebius supo plasmar en los Scripts de Blade Runner, una Tierra de torres sustentadas en nostalgia. Y ese último día, si abro bien los ojos y miro fijamente, seré capaz de penetrar estratosfera e ionosfera para, cruzando el aire, encontrar el sitio de mis padres. Y ese último día, con la música del genio acunándome y la memoria de los recuerdos que volví a encontrar, cerraré definitivamente los ojos. Y si en verdad no existiera otro lugar donde volverlos a abrir, al menos mi retina descansará con los míos grabados al último fuego en ella.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Vae Victis

la necesidad humana de pasar página es totalmente compatible con recordar a quienes ya no están, pero debieran haber seguido. Por favor, no lo olviden, no le olviden.

¿Tanto tiempo ha pasado?

Leche, si es que hasta el motor de edición me han cambiado desde la última vez que posteé (lo siento por el anglicismo). Parece que, por mucho que lo intente, la naturaleza no se puede alterar, y eso de la disciplina en modos, inercias y pautas de vida no es lo mío. Les juro que, en cuanto cumpla los cuarenta, intento de nuevo cambiar.

Cosas que han pasado este mes, a mí y a todos:

1.- Nos estamos yendo a pique no ya sin flotador, sino con plomos atados a los pies

2.- El 15-M (el de verdad, no lo que he visto estos días) está oficialmente muerto

3.- A Obama se le ve el plumero de lejos. Vuelven los elefantes, señores

4.- hace mucho que no voy al cine, picado con Juego de Tronos, Homeland y compromisos varios: ¿alguna sugerencia?

5.- El Sinclair ZX Spectrum cumplió 30 años y Azpiri me firmó el juego Rocky: qué viejo soy, y qué poco lo aparento

6.- Las instituciones no se están yendo a pique: se están yendo directamente a la mierda. En breve, hablo de ello

7.- España es un ave Fénix cutre, que necesita suicidarse para ver cómo renace de sus cenizas. Sólo que esta vez no lo va a comprobar echándose a volar desde el nido, no: esta vez, nos ha dado por anidar en la turbina de un Jumbo 380 y ver si tras quemarnos, pasarnos por la trituradora y eruptar nuestros restos a 11.000 metros, es verdad eso de que vamos a tirar para adelante. La leche

8.- gané un premio de relato corto (2, parece, me acaban de comunicar que he ganado otro de cuasi-haikus, estoy pendiente del futuro de un artículo sobre las Agencias de Calificación Crediticia y su -más que necesario- control y estoy con el cuento anual para la revista de Luarca. No he estado, ocioso, simplemente ausente de la mal llamada blogosfera

9.- Si no fuera por mis compañeros de trabajo...

10.- Os echaba de menos.

Gracias por no haberos ido (espero),

D.