La disposicion del publico occidental hacia el cine irani está lastrada: en parte por la ignorante complacencia de quien se piensa superior, y en parte por la arrogancia del metropolitano frente a la ex-colonia. Nos sorprende que en esos lugares tan lejanos se puedan montar mas de tres metros seguidos de celuloide, y con algo vagamente parecido a un guion. De tal modo, vemos las peliculas de estos países como quien hoy observa una linterna mágica o escucha funcionar un gramófono: con el asombro de quien se cerciora de que cosas así puedan realmente funcionar, pero sin pensar ni de lejos que estemos asistiendo a un acontecimiento técnico. Y así, lo juzgamos con la benevolencia y paternalismo de quien se cree superior o másexperimentado, y no con la imparcialidad de quien juzga a sus iguales.
El cine iraní debiera merecer la imparcialidad y el rigor crítico que volcamos en nuestro cine: solo así hablaremos desde la igualdad asumida, y no en ejercicio de una affirmative action en que subconscientemente caemos y nos solazamos.
... Así que seré yo el primero en aplicarme el cuento: respecto a Taxi, decir que es un costumbrismo al que no podemos asistir como pijos del Viso en las fiestas de Lavapies. Y respecto a la segunda, que tiene como protagonista a una chica vampiro que se desplaza en un monopatín y lleva chador... mejor, ni hablo.
Et voilá.