sábado, 10 de octubre de 2015

Ni la muerte de Virgilio, ni Jiménez de Asúa

El hombre que no tiene música en su interior,
aquel a quien la meditación no sugiere dulces melodías,
no sirve más que para traidor, ladrón, malévolo;
la voz de su interior es lóbrega como la noche,
su ilusión es árida como el Erebo.
¡No confíes en nadie semejante!
¡Escucha la música!

(Shakespeare, apostado en lo espiritual en el arte de Kandinsky)

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