viernes, 20 de mayo de 2016

Cristina Rosenvinge en el Círculo (de Bellas Artes)

Siempre me han gustado las cantantes lánguidas, qué le voy a hacer. Ese rollo nórdico, de fragilidad casi élfica, largos cabellos y look pelín celta con aromas a gestas, Tolkiens y ceremonias wikanas. Y si ya la voz es pelín quebrada, este que suscribe se sube por las paredes. Ahora bien, por muy bien predispuesto que vaya uno a ver a una conocida representante de tal - y tan bella- especie, si el sonido está mal gestionado y no hay manera de entender una letra presumiblemente profunda, el invento naufraga. Así que todo lo que ne he llevado de esta noche es una cara atractiva no obstante tres décadas de tablas, un savoir faire y una confianza fruto de los mentados treinta añazos entre bambalinas, una voz sinuosamente sensual y un buen diálogo guitarra acústica-bajo eléctrico a más no poder.
Otra vez será


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