lunes, 4 de julio de 2016

Filmoteca Aligustre II: Nightcrawler y el Hijo de Saúl


El jueves, en la ya asentada noche de sesión doble con Jota, Nieve, Lucas y Peter, se optó por un tandem inicialmente equilibrado: Nightcrawler, con Jake Gyllenhaal, y la famosamente oscarizada "son of Saul". 

Respecto a la primera, baste decir que es una buena película, a la que se aplica el famoso principio de que nadie produce lo que no le va a rentar, en uno u otro modo. Buen guión, buenos planos y un Gyllenhaal que borda un personaje perturbado pero de ideas claras. Gracias a Jota por el chivatazo sobre la dificultad de rodar escenas en que los actores observan lo que ocurre tras otras cámaras.

En lo atinente al hijo de Saul, habría tanto que decir que me limitaré a una afirmación de la que estoy convencido. El Este pasa toda su percepción por el tamiz de su propia historia, y ésta ha venido siendo tan realistamente cruda -o crudamente realista- que no se sabe donde finaliza la realidad, y donde comienza la crudeza. No puedo hablar de esta película en términos de técnica, virtudes o bondades. Solo puedo constatar que al cine del Este se le admiten -o se le perdonan- posicionamientos y planteamientos cinematográficos que no se aceptarían a los autores y directores de la mitad izquierda del continente. La continua presencia del horror más crudo y sórdido como ininterrumpido telón de fondo -más intenso por desdibujado- en la historia de un interno en un campo nazi que no ve más allá de su propio egoísmo por reencontrar su humanidad perdida centra la atención del espectador y, simplemente, le deja agotado. Agotado o tan vacío de emociones que acaba por atisbar la mudez de espíritu (que no indiferencia) ante el horror.
En suma, una película intensa, privilegiada con la benevolencia del público occidental ante lo que no perdonarían a sus nacionales y que, si bien interesante, no se si fue mejor que sus competidoras por la estatuilla del tío Oscar.

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