¿Qué decir del maño más conocido del mundo después de Goya, solo aprehendido en toda su grandeza por Max Aub y un puñado de privilegiados? su filmografía lo dice todo y, más allá de la surrealista innovación del perro Andaluz y su etapa en París -donde la sobreveneración le cambió-, es su trilogía religiosa mejicana la que, al menos para un servidor, mejor lo define.
De Simón del desierto hablaremos en un post distinto (por gloriosa); la Vía Lactea es una consumación... el Angel exterminador es la mejor simbiosis entre surrealismo, crítica social y filosofía que el cine haya dado. Para Buñuel, la abulia y la decadencia confinan a la burguesía en un mundo tan minúsculo que cabe en un salón. Ahí, por mor de sus prejuicios -el mayordomo nunca es reconocido- y endogamia -representada por el incestuoso amor de los dos hermanos-, un puñado de parejas burguesas mejicanas de finales de los años 50 se ve avocado a desempeñar todos los actos vitales -desde fornicar hasta morir, pasando por alimentarse y defecar, en un giro tan Joyciano que el paralelismo abruma-. Y todo se repite, una y otra vez, en un vórtice que encierra, que delimita, contrae, comprime y ahoga hasta el punto en que la violencia parece el único recurso para romper la maldición de la inercia.
La abulia como motor del confinamiento abarca y justifica las repeticiones, el abandono previo y misterioso de la mansión por parte de un servicio que anticipa la catástrofe; la histeria, las reacciones, el hambre, el machismo, los tipos burgueses de la diva, el excéntrico venido de Norteamérica, el agónico agonizante, los masones histriónicos -y, por ello, pequeños o falsos-, los amantes suicidas... todos defecando en los jarrones de la dinastía Ch'ing, como en el Versalles prerevolucionario, mentando a vírgenes lavables de caucho, intentando huir mediante la laudanina, codeina y morfina en una anticipación del día de la marmota, hoy mas que nunca en boga.
Y volveremos al confinamiento por repetir los mismos errores
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