La hucha de las pensiones está saqueada; vacía de tanto usarla, unos y otros, para rellenar agujeros que hubieran costado votos, y sendas evoluciones, demográfica y de calidad educativa, hacen poco posible que los jóvenes profesionales del futuro contribuyan a llenarla. A lo que no ayuda que no se facilite a los jubilados rescatar los fondos de pensiones sin carga tributaria, lo cual permitiría que, de nuevo, fueran ellos quienes volvieran a tirar de hijos y nietos, revitalizando el efecto multiplicador económico que tanto necesitamos.
Para colmo, nuestras ansias de ser servidos en casita igual que nuestros vecinos de los distintos ultramares nos han hecho ignorar el ultramarinos del señor Juan, la mercería de doña Mercedes y la ferretería de los asturianos en pro de Amazon, Primark y demás grandes superficies y plataformas online.
Si a todo esto unimos que de buen grado cedemos nuestros datos a cambio de poder subir nuestras fotos cuquis, y que la desinformación y la incultura han destrozado nuestro espíritu crítico, nos encontramos con que a fecha de hoy, destrozados económicamente, incultos y mermados emocionalmente tras 8 meses de pandemia, somos terreno abonado para conspiraciones, sectas, radicalismos, luchas, suicidios, depresiones, violencia doméstica, divorcios, abandonos, rapiña y, en suma, lo que está comenzando a venir.
Nunca he tenido más ganas de equivocarme
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