viernes, 12 de noviembre de 2021

Desmontando (más) a Yukio Mishima

Si somos sinceros, lo que más atrae a la sociedad occidental de Yukio Mishima es la foto de su cabeza decapitada, exhibida tras su seppuku ritual. De su obra, poco sabemos por aquí. Y en Japon, segun me han contado, tampoco demasiado. Yukio Mishima es el epítome del fascista auténtico -muy distinto a lo que hoy las masas adocenadas califican alegremente como tal-; el resultado de un cúmulo de frustraciones derivadas hacia el odio y, en última instancia, hacia el suicidio, entendido éste no como acto de heroismo, sino como el intento último de eludir la captura y sus consecuencias.
Mishima era un homosexual que nunca aceptó su natural orientación, pervirtiendola hasta tornarla en homofobia. Un protodesertor que fingió una tuberculosis para eludir el frente y que, años despues, crearía unas Hitlerjugend merced a las cuales ocupó un cuartel donde se suicidaría en un seppuku que, seamos sinceros,  fue toda una chapuza. Un seppuku que requirió varios cortes, porque eso de la decapitación mediante un solo y limpio tajo unicamente existe en las películas -y si no, preguntenle a su forense más cercano-. Alguien que cubrió de odio sus frustraciones, contagiándolas para apearse del tren en marcha tras montar una buena. Un “nostálgico” que supo vender su producto y fue erigido al nivel de semidios por la parte más ahíta y decadente de una sociedad todavía humillada por la reciente derrota.

Mishima no es Mishima. Mishima es… Mishima

lunes, 18 de octubre de 2021

De fractales y proporciones aureas

Toda actuación humana termina respondiendo al curso natural de las cosas, sea aquella individual o colectiva. Los movimientos bursátiles, los desplazamientos de las masas, los colectivos cazadores y cazados, los cada vez más efímeros ciclos de los imperios que se suceden… todo responde a un orden prefijado por la naturaleza, por mucho que pretendamos desvincularlos de sus designios y acercarlos a los nuevos panteones del libre albedrío absoluto, el liberalismo económico, los derechos sin obligaciones o la nueva divinidad de lo humano. Santo Tomás -que muy posiblemente fuera un descreído que usó la razón para volver a creer- acuñó la teoría de la causa última para llegar a la conclusión de que Dios estaba en el final de todas las respuestas. La naturaleza está al final de las pautas. Y así, con la perspectiva adecuada comprobamos que todo flujo y decisión humana responde a parámetros naturales. Si unimos suficientes fenómenos atribuidos al libre albedrío y los examinamos desde la suficiente distancia encontramos fractales, encontramos la variable aurea, los mismos patrones de las plantas, las mareas o los movimientos de seres a quienes no atribuimos libre albedrío. Lo cual no quiere decir que estemos predeterminados, o que no seamos tan libres como pensamos -de eso hablaré algun día, o probablemente, no-, sino que cuanto más nos desnaturalizamos, más toma cartas en el asunto la naturaleza.

Solo que nos hemos vuelto tan arrogantes que ya ni intentamos verlo.

jueves, 7 de octubre de 2021

los Gavilanes de Mario Gas

Algo habré hecho bien en otra vida para que esta me regale momentos únicos como el de ayer, en que pude asistir al ensayo final de la Zarzuela de Los Gavilanes, dirigida por Mario Gas sobre libreto de José Ramos Martín, con un Juan Jesús Rodríguez gigante en su papel de indiano que vuelve rico a su aldea para confundir la nostalgia del amor perdido con la infatuación por la copia actual. La escenografía, maravillosa, de un Ezio Frigerio que, aun roto físicamente a sus 92 años, demostró que el genio no tiene caducidad. Máxime cuando al vestuario te acompaña la leal Franca, compañera de vida y profesión durante más de 70 años. Una cosa son los efectos especiales y otra, muy distinta, los efectos teatrales: las gasas al viento haciendo de nubes; las superposiciones móviles haciendo de olas. Las  luces, la mecánica de los escenarios… esos efectos cándidos, maravillosos y facilmente identificables que nos devuelven la infantil capacidad de maravillarnos en un mundo harto ya de todo. Frigerio tiró de esa capacidad de maravilla, de sus paisanos Sironi y de Chirico y nos regaló el marco perfecto para una zarzuela amable, de esas que acaban bien, con todos felices comiendo perdices. Tan necesaria en una época como la que vivimos.
Gracias a todos los que la han hecho posible

jueves, 19 de agosto de 2021

La hipocresía de Afghanistan

Cuánto clamor por el futuro de las libertades. Cuánta denuncia, indignación, soflamas y lágrimas en previsión de un genocidio que ya se antoja seguro, sobre todo en lo atinente a heterodoxos, no practicantes, orientaciones sexuales diversas y, sobre todo mujeres. 

Estamos ya llorando por quienes todavía viven, pero que, anticipamos, dejaremos morir. Estamos llorando por vivos que ya vemos muertos. Y, con eso, nos basta. 

Y los sabemos muertos porque no tienen nada por lo que merezcan ser salvados por Occidente. No tienen petroleo, gas natural, tierras raras, piedras preciosas o minerales de interés. Solo hay montañas, cuevas, señores con pakul y muchos, muchos campos de amapolas. Por eso echaremos la culpa a Rusia, China y el fanatismo religioso, abriremos nuestras puertas a unos cuantos y ya está. Los malos, señalados. Nuestras conciencias, lavadas merced a un puñado de afganos a quienes salvaremos. Y con eso, sentémonos en la grada del Coliseo global para presenciar un nuevo genocidio.

Aunque todavía estén vivos.

Aunque todavía se les pueda salvar.

Bastaría con convencer a los USA de que sentaran a China y Rusia en la mesa y negociaran. Pero claro, habría que dar algo a cambio de mandar un contingente ONU respaldado por los tres gigantes. Y Afghanistan no tiene nada.

Por eso dejaremos que gente logicamente fanatizada -merced a la incultura que nunca nos convino erradicar- reinstaure un régimen religioso radical basado en la interpretación más medieval del Libro. Dejaremos que se diezmen entre ellos y solo entonces, cuando la población se haya reducido en cientos de miles, quizás millones, entrará la potencia que corresponda a ocupar la llamada Tumba de imperios. Pero puede que esta tercera potencia de ocupación se dedique a fomentar el cultivo del opio y restaurar una nueva ruta de la seda en que, en lugar del ansiado tejido, las especias, el ámbar, las gemas o el marfil, lo que llegue a nuestra hastiada civilización sea heroina a precio de coste y en todas sus formas. Heroina para enganchar a una juventud harta ya de todo y embargada por el tedio. Opiaceos para ahogar el dolor de una generacion madura que solo quiere olvidar que sus sueños fracasaron, que el palacio soñado al final solo pudo ser ser una autocaravana y que el hidromiel prometido se tornó en oxicodona para calmar todo dolor. Y soluciones mórficas para que muchos de los moribundos dejen este mundo tal y como lo habitaron: sin haber vivido. Opio para el pueblo en sustitucion de los otros opios. Opio para todas las edades y para todos los bolsillos. Opio a precio de maría, chocolate o Valium con receta. Opio para vivir sin vivir y morir sin entrar en la Eternidad. Opio para olvidar y ser olvidados.
Hasta por el Olvido.

Todavía podemos hacer algo. Mucho. Todo. Pero no lo haremos. Porque en parte estamos ya todos abotagados por la droga del tedio de la decadencia. Y abotagados pensamos que, tras lo vivido, esto no es nada. Somos avestruces con la cabeza hundida en el suelo, convencidos de nuestra invulnerabilidad. Somos tontos culpables condenados por comisión por omisión que lloramos a quienes todavía podemos salvar. Pero en la era de la magnificación del efecto mariposa, las consecuencias de esta enésima sentencia puede que al medio plazo sean de tal magnitud que terminen por corroer los debilitados cimientos de lo que nos queda como civilización.

sábado, 12 de junio de 2021

De jueces, sabios y hombres justos

En este mundo hay jueces. También hay hombres sabios, hombres buenos y hombres justos. Todos son conceptos distintos, de modo que no siempre el hombre sabio es hombre justo, y no todo hombre justo es siempre hombre bueno, o juez de sus iguales.

Hoy se ha ido un hombre bueno, justo y sabio que, sin ser juez, fue siempre reclamado para imponer justicia y cordura. El respeto no viene del poder -del poder vienen la prevención y el miedo-. Tampoco viene del dinero, que atrae a los codiciosos y a quienes buscan rapiña o botín. El respeto viene del ejemplo de toda una vida vivida según unos ideales claros, compartidos o no, aunque en ocasiones ello haya conllevado sufrimiento. Y Humberto fue respetado.

Recuerdo su figura desde mi niñez. Parco y majestuoso en su silencio de asturiano quedo. Trabajador, imparcial, de mente inquieta y crítico con quien lo hiciera mal, fuera familiar, amigo, concejal o compañero de credo. Sereno, prudente, con esa templanza de quien sabe que, si alza la voz, todos callarán para escuchar. Si la vida es ejemplo, Humberto ha sido pura vida. Por eso, quizás, esa misma vida le ha reservado el regalo que solo a muy pocos otorga. El de llevárselo en la plenitud de facultades, de repente. Sin dolor, tras una vida plena

La muerte le ha sorprendido esta tarde. Una tarde cualquiera de tantas de verano. En su pueblo, rodeado de su luz y de los suyos. Sin decadencia, agonía, miedo ni llanto. Simplemente ha pasado de la existencia conocida a la Eternidad por conocer, en lo que tarda un águila en volver al nido. Me pregunto qué estará pensando ahora, en ese mundo nuevo donde se ha encontrado de repente, y sé la respuesta:

-“Tanto por hacer en este lugar. A trabajar”.

Ponte a ello, admirado amigo. Prepáranos el terreno pues, antes o despues, todos iremos llegando, y siempre es bueno ver caras amables y queridas que curen el miedo. Que la tuya sea una de las primeras que nos reciba cuando crucemos el umbral que tú has cruzado hoy.

Descansa y espéranos. Se te quiere

domingo, 9 de mayo de 2021

Las dos en punto, de Natalia Menendez

La verdad es que iba remiso, más por aprecio hacia la directora que por verdadera fe en lo que temía fuera la enésima vuelta de tuerca a una temática de base manida. Felizmente me equivoqué.

El teatro, antes que artificios y efectos, es el enfrentamiento de unos seres sobre un escenario con un público que debiera exigir el valor de sendos dinero pagado y tiempo invertido para ser conmovidos, enfurecidos, atemorizados, divertidos. La excusa de la vida triste de las hermanas Fandiño, las Marías de Santiago, ha sido en este caso el sustrato primero y último para acompañar a dos seres azotados por la desgracia en un viaje movido últimamente por el cariño, no por el miedo. La Maruxa y la Coralia claman a través de unas magistrales Mona Martínez y Carmen Barrantes, y nos cuentan que ya no tienen miedo. Que hay que salir siempre maquilladas y elegantes a la calle. Que los vecinos las dejan lentejas en un plato que ellas siempre devuelven brillante de limpio. Que hace décadas eran más de diez hermanos, pero les mataron a muchos. Tantas cosas, todas unidas por el mismo principio: mientras estemos juntas, nada nos destruirá. 

Y nada las destruyó mientras siguieron las dos. Esa fue su victoria. Porque, al final, vencieron ellas.

Esta es la magia del buen teatro. Tras conmover, te hace pensar y querer ser mejor.

Gracias, Natalia. En breve, de nuevo en el chino de Paula

lunes, 29 de marzo de 2021

El bar que se tragó a todos los españoles, de Sanzol


Solo hay una cosa mejor que la historia real, por épica que pueda ser: las ucronías paternas, entendidas éstas como aquella mezcla de realidad y ficcion que crea nuestro subconsciente conjugando realidad, mito y referencias sobre cada padre de cada miembro de esta sociedad nuestra. Y si el hijo es Sanzol, resulta que esa mezcla de admiracion, reconocimiento y mitificación se materializa en una obra de 3 horas durante las cuales uno llega a olvidar toda la porquería de fuera del teatro.

El Bar tiene dos partes bien diferenciadas por el intermedio. Una primera, en que el protagonista expone una sucesion ininterrumpida de máximas de experiencia que por sí bastarían para diez obras con cien guiones y una segunda parte, centrada en la obtención de la dispensa, que es puro sainete.

Y como ya hemos olvidado lo que son los términos medios (o Ibsen o Belén Esteban), resulta que los espectadores de Sanzol no estaban preparados para presenciar un maravilloso sainete casi académico -esas perlas de humor casi desaparecidas-, y pasan del visionado pausado y aprehensivo a disfrutar como enanos del humor más sano posible.

Y eso es el Bar. Tres horas de entretenimiento en la línea argumental del Big Fish de Tim Burton que pasan como una y deseamos que fueran diez.

Si pueden, vayan. Oxígeno puro para estos tiempos intoxicados

jueves, 18 de febrero de 2021

El príncipe constante, de Calderón de la Barca (Teatro de la Comedia)


Como todos los primeros días, lleno hasta la bandera y la mayoría del público, del gremio. Saura, Silvia Marsó, Emilio Gavira... hasta el Pradesco Falomir estaba. Muchas expectativas ante una gran obra de Calderón y... adelantemos que nada que reprochar desde la exactitud en la retentiva de una obra tan ardua de recordar. El verso del siglo de oro, especialmente el de Calderón, es complejo por lo exacto y trascendente, y Homar no falló ni uno. Pero... y aquí vienen los peros del teatro actual.

En cuanto a la escenografía, el Príncipe Constante es la historia de una grandeza que se prolonga hasta después de la muerte. Y algo tan trascendente no se puede encapsular en cuatro paredes color Corten porque, sencillamente, queda encerrado. El verso no llegó ni a Dios ni al Diablo; de hecho, dudo mucho que siquiera pasara del techo artificial. Si no llega a estar ap quite una iluminación excelente para salvar la escena y la óptima acústica del Teatro de la Comedia, no quiero ni pensarlo. Porque el vestuario, si es que podemos llamarlo vestuario... para echarse las manos a la cabeza, oiga Usted -Moidele Bickel, vuelve a la vida y sálvanos, por favor-.

Un profesional como Lluc Castells, con las maravillas que ha hecho para las rotundas compañías catalanas, no se puede ventilar el vestuario de este obrón de Calderon acudiendo al manido traje de chaqueta moderno “para resaltar la atemporalidad y pervivencia de la historia contada” (que suelen decir en estos casos). Está bien que el Corte Inglés necesite negocio, mire Ud. pero no se, la verdad.... La verdad es que ya está bien, vamos, vaya desidia, así que mejor dejémoslo para seguir con la cuestión de la interpretación.
Una interpretación que se evidenció que era para un público de amigos. Tanto que en los diálogos, el reparto ni se miraba. Nos miraba (y nos hablaba) a nosotros. Vamos, que no se miraban entre los dialogantes ni por accidente.

Lluis Homar es gigante. Es un actorazo. Actúa como pocos. Pero recitar verso del siglo de oro, cuando eres uno de los grandes, va más allá de no fallar en la retentiva, porque se espera excelencia. Nada menos. Recuerdo, ha décadas, a los grandes maestros de la interpretación, esos que te seguían el ensayo y enseñaban con un triángulo de concierto que iban tocando, para transmitir al alumno que el verso ha de tener música. Ha de subir, bajar, emocionar... y no ser monotonal. Recuerdo a grandes maestros como Alicia Hermida (que sigue viva, señores de la academia, y todavía tiene mucho que enseñar, por viejita que esté), y si bien respeto ese currículum tan viajado e internacional de Vicente Fuentes, cada teatro tiene su idiosincrasia, especialmente el del siglo de oro. Porque el verso del siglo de oro tiene contenido, trascendencia, inteligencia y pasión. 
Veo las obras modernas de Robert Wilson, perfectas y llenas. Recuerdo obras de hace décadas como el Don Juan Último, Pelo de Tormenta, varios Prometeos...

Echo la vista a tan temprano como ayer, y algo falta.