jueves, 5 de noviembre de 2009

La música y el universo

La música calma a las fieras. Y a aquellos que no tienen paz. La música te toma de la mano y se convierte en aquella madre cuya ausencia te golpeaba cada vez que de pequeño, por accidente, la perdías de vista. La música rige la armonía del universo hasta el punto de que lo primero que conseguimos oir, aun antes de nacer, es el ritmo del corazón que late por dos, todavía en el vientre materno. Y lo último, la monótona cadencia del monitor que indica la ausencia del ritmo que movió nuestra vida o, con suerte, la triste cadencia de las lágrimas. Y no podemos evitar que ciertas melodías nos recuerden buenos y malos momentos, buenas y malas personas, vida transcurrida, vida vivida, vida que solo vuelvo cada vez que las notas se engarzan de una manera determinada.

La música es el ansiolítico bueno,
el vino sin alcohol,
el cigarrillo de chocolate,
el oso de peluche que estaba justo encima de la almohada,
el perrito del salpicadero que siempre te daba la razón,
el pomo de conchas y caballitos de mar del cambio de marchas del Simca
la casa hecha de sábanas desplegadas encima de las sillas de la mesita de noche
la historieta de los payasos de la Tele
la última uva del fin de año
la primera vez que te dejaron quedarte a dormir en casa de un amigo
la mañana de reyes
el tunel de los piratas del parque de atracciones
la foto del Zoo
los brazos de tu padre cuando te subía para poder ver Cortylandia
los churros del domingo
la muerte del profesor Kabuto
la vuelta a casa después de meses fuera
la sonrisa de quien te espera
las lágrimas, cuando son de felicidad
la calma que se espera
la calma que se desea
la calma que por accidente nos topamos
la belleza del día perfecto,
del hola sin adios
de siempre.

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