martes, 21 de febrero de 2012

"Hasta el fin del mundo" El Blade Runner de Wim Wenders

Hay tres Road Movies que no puedo -ni quiero- dejar de ver: Priscilla, reina del desierto; the Fall, de Tarsem, y "hasta el fin del mundo", de Wim Wenders. Y todos ellos por una combinación de guión, fotografía, ubicaciones y Banda Sonora que me sorprende hasta el punto de que no pierden nada de su magia si uno cierra los ojos y, simplemente, escucha esa mezcla de diálogos y canciones alquímicamente mezclados que demuestra que la piedra filosofal, de vez en cuando, sí se encuentra.
Para mí, Hasta el fin del mundo es el Blade Runner de Wenders (los niños pigmeos de Camerun). El futurismo de Ridley Scott no es el de Wenders, pero si mezclamos la música de Talking Heads, el completo rol de Solveig Dommartin (a millas de Sean Young), el malogrado por finalmente adictivo sueño de ovejas mecánicas de William Hurt y la suave cadencia de 3 horas de película, sale una película que solo se complementa con la obra magna de Ridley Scott.
El Opus de Wenders es un compendio de frases como "solo quiero que mi madre vuelva a ver, y demostrarle a mi padre que le quiero"; una banda sonora que recopila lo mejor de los 80, y un paseo por el mejor paisaje: el humano. Podría decirse que HEFDM es una road movie por las carreteras que dibujan los peculiares surcos de cada raza. Un coast to coast desde las voces de los niños pigmeos hasta el bello vacío del esopacio, pasando por sanadores japoneses, comunidades maoríes y osos rusos, en una suerte de sinestesia mágica cuyo producto es, simplemente, una tranquila sensación: la de quien ha viajado con unos protagonistas, se ha asomado a los acantilados de la mente y, aliviado, ha podido volver a la seguridad de lo conocido enriquecido por nuevos conociientos. De ese modo, Khavafis se torna en otro soñador Max von Sydow, y entona un mea culpa que todos podríamos asumir: el de quien, queriendo salvar a quien más quiere, casi condena el mundo. Y así, la máquina de plasmar vivencias que pueden ser vistas por los ciegos se trastoca, se pervierte, hasta encerrar a los soñadores en las profundidades de cada sueño que encierran en la pequeña pantalla que,por adictiva, casi destroza el alma de los dos protagonistas: es la adiccion a los propios sueños, que nos muestra, en palabras del narrador, que "es imposible encontrar a un hombre perdido en el laberinto de su propia alma"

Véanla: con paciencia, indulgencia y música.

D.

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