martes, 9 de octubre de 2012

Boris Godunov, o la redención por el remordimiento

(fotografía Copyright periodistadigital.com)


- El usurpador regicida, centro de la obra
- El impostor utilizado por sendos vengadores, ambiciosas princesitas presa del tedio y jesuitas que sueñan con la gloria.
- El simplón (por Dios, no "inocente"), sincero primero (como el niño del traje nuevo del emperador), profético despues y arma última del destino que, mediante un solo calificativo, precipita al despota al abismo del remordimiento.
- Los boyardos, los cosacos... El pueblo que sufre, el pueblo que se inflama y, al igual que el falso Dimitri, el pueblo utilizado, zarandeado, explotado
-Los coros, brutales, como el protagonista. Con tal intensidad dramática que hermanan simultaneamente a Pushkin y Victor Hugo a traves de las recreaciones de sus magnas obras, musicalizando la opera y conviertiendo al bel Canto en musical,respectivamente.
-La Corte de los milagros dándose la mano, en desgracia y hambre, con el Moscú del Simplón.
- Puesta en escena de las pocas que han logrado combinar armónicamente el clasicismo de la obra con la modernidad del momento en que se disfruta, hasta el punto de recrear la última cena de Leonardo o el martirio de los fieles sin que lo notemos.

Cuatro horas, sí, pero... vaya cuatro horas.

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