Es el cuento del pobre cuyas cáscaras iban comiendo, pero al revés: siempre hay alguien por delante. La fascinación por lo monstruoso viene de siempre. Solo que Arbus une lo monstruoso freak con lo monstruoso genial para hacernos ver que todos somos, a la vez, monstruos solitarios y seres únicos, capaces de magia.
Sus freaks siempre albergaban una chispa de belleza en forma de felicidad, dignidad u orgullo y, por contra, sus dioses mostraban sin recato su parte humana. Y en esa zona de nadie se juntaban lo repudiado y lo ansiado, compartiendo extremos para juntarse, precisamente, donde la reflexión pare la idea y, con ella, el acto de creación pura.
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