viernes, 1 de junio de 2018

el Onis

https://vimeo.com/zurdezas/lentejastrailer?ref=em-v-share
 
Todo era más fácil en el Onis.

En ese bar que hacía esquina con Ruda y Toledo, todo era sencillo. Ismael cocinaba, Claudio llevaba las mesas y Tomas, Nicolas y Gregorio estaban tras la barra, 15 horas al día, de lunes a domingo -salvo miercoles, menudo descansazo-.

Allí servían los mejores picatostes de Madrid, la mejor oreja, los mejores bocatas de tortilla.... Allí, la caña de los domingos se acompañaba de su religiosa tapa de paella, y una misma lata de Coca Cola daba para tres (hasta cuatro, si eras amigo) cubatas. Allí compartían barra actores, jubilados, chamarileros del Rastro, jueces, hijos sexagenarios viviendo con madres pequeñas como pajaritos y gastadas como biblias de motel.... Allí estaba Madrid. 

En el Onis compartían el As o el Marca los sueños intonsos de los recien jóvenes con los sueños rotos de los tempranamente viejos; se miraban a los ojos y se sonreían, unos por inocentes, otros por sabios. Por Navidades, junto con la cuenta te deslizaban en el platillo el mechero con la publi, el calendario con la pechugona, la linterna multiusos, las participaciones de Navidad con el cartel de toros, y cada día del año olía a ese Madrid que no necesitaba calificativos, extravagancias o santificaciones más allá de las que pudiera impartir el cercano San Isidro o esa virgencita que, escondida en la balda entre trofeos, esculturas de las destilerías y homenajes del pueblo, parecía sacada de un cuentín de Guareschi.

El Onis cerró el 8 de noviembre de 2016, el mismo día que Donald Trump ganó las elecciones. Y a fecha de hoy, todavía creo que fue el destino el que hizo coincidir los días, para hacer ver que lo importante para unos es banal para otros. Que a esa ancianita que iba cada mañana con su hermana a por su cortado y su tostada perfecta, ese señor de pelo ridículo y gestos grandilocuentes le traía al pairo, porque no iba a conseguir que reabrieran su bar. Mi bar, el bar de Pablete, de José, de Olga, de Jorge... porque el Onis era de todos, y si pagábamos no era por la comida, sino por la terapia y la palabra amable y cómplice.

El Onis se cerró (recuerdo el día que Trump ganó porque coincide con ese día). Al poco, lo llevaban unos hipster gentrificadores, y despues se convirtió en algo que no logro identificar. 

No he conseguido volver.

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