miércoles, 27 de junio de 2018

Islandia, de Luisa Cunillé

Mala no, malísima. Para qué voy a mentir... con esas 8 palabras, bastarían. Y no lo pensé yo, lo pensó todo el teatro. Una obra con ínfulas totalmente insatisfechas, con más flecos sin solventar que la chaqueta de un hippy y a la que le sobra, mínimo, una hora. Gracias a Dios por los ojitos movibles de los carteles, y por favor, no metan pins políticos en americanas verdes como quien no quiere la cosa. El buen teatro nunca los necesitó.
El buen teatro

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