A lo largo del día de hoy el Congreso, de conformidad con el art. 116 CE, autorizará la prórroga del Estado de alarma otros quince días, para garantizar que a los locos no les de por abandonar las urbes en masa y contagiar, más aún si cabe, las zonas rurales. Me parece curioso ese afán por destruir los lugares donde uno encuentra solaz, como si quisiéramos acabar con la belleza. -Es por huir del contagio-, dicen; -los hospitales de aquí están saturados, y quitan los tubos a los ancianos para ponérselos a los jóvenes- recitan, en una suerte de mantra, reiterado con tal vehemencia que solo destila evasión y egoísmo. A tal estado de cosas no ayudan las decisiones erráticas de los responsables farmacéuticos, ni los bulos insertados en archivos de voz donde el enésimo pretendido jefe de cardiología del enésimo hospital público predica el Armagedon.
El Armagedon no va a venir. Al menos, en forma de coronavirus. Vendrá la saturación de las UCIS, el baile de números irreales, las pendientes ascendentes de las curvas, los problemas de suministro de mascarillas y demás material de protección... Pero también acabarán por venir los números reales, esos que nos dirán que la mortalidad es inferior al 1%, que el suministro de alimentos y medicinas está totalmente asegurado y que, más antes que después, si seguimos las pautas de aislamiento y prevención, llegaremos a la famosa meseta y estabilización.
lunes, 23 de marzo de 2020
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