domingo, 20 de diciembre de 2020

Falling, de Viggo Mortensen

Cadencia perfecta, música que acompaña y colores adecuados para relatar la tormentosa relación entre un padre en pleno deterioro cognitivo (falling) y un hijo que vio demasiado y eligió las opciones más repulsivas para aquel, republicano homófobo, racista y agresor de la América profunda, trasunto del brillante patriarca de Monsters’ Ball. En este caso, el descenso a la demencia del progenitor abandonado por la madre de sus hijos y su posterior pareja no encubre la verdad subyacente, el verdadero infierno, el hecho de que, deterioro cognitivo o no, siempre fue igual, y por eso el hijo no puede ampararse en que su padre ya no sea el de antes. Es exactamente el mismo, solo que exacerbado. Y tan ineludible certidumbre hace que, antes o despues, aflore la misma recriminacion, más sollozada que gritada, del hijo. Dedicaste tu vida a alejar de tí a quienes te querían y, al final, lo lograrás.
Amor, la pervivencia de la eterna aspiración de aceptacion por el padre, la naturaleza irremediable de las consecuencias de los actos y el imposible perdon al irredento confluyen en una obra a la que solo le sobran un final que banaliza lo visto y una pizca del amaneramiento del personaje principal, en un intento de demostrar la capacidad -indiscutida- del actor de adaptarse a los registros más contrapuestos.

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