miércoles, 10 de junio de 2009

Los pájaros seguirán cantando

Quizás es verdad eso de que ven el alma cuando sube al cielo, y la saludan. En todo caso, nada cambia nunca. Cambiamos nosotros al subir y bajar del escenario y, luego, al faltar. Pero todo sigue. Y eso no es algo cruel, ni rencoroso, ni vengativo. El mundo simplemente hace lo que lleva haciendo desde que nació, él también, a su manera: seguir intentando vivir, mirar hacia adelante y, quizás, detenerse un nanosegundo, tan imperceptible para nosotros como son los milenios para las rocas, para comprobar que el presente sigue su fluir y no se para más de lo debido. Esta madrugada, de noche cerrada, los pájaros dormían en la Cabrera. Cuando todo estuvo hecho y pudimos volver a Madrid, abrimos la puerta de la casona y diez, quince, cien pájaros no podían dejar de cantar. Porque la vida sigue, nos sobrevive a todos, y no es que no importemos: simplemente pasamos a formar parte de algo aún más grande, eterno, infinito. Y puede que sea precisamente esa eternidad la que celebran los pájaros. Es la propia luz, la idea de que la vida sigue y es buena la que nos reconforta, por mucho que no comprendamos qué hace una sonrisa en medio de un día de pérdida. Quizás no perdamos, sino que ganemos.

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