miércoles, 8 de julio de 2009

La India, de nuevo (III). Calcuta


El puente Howrah, el más transitado del mundo. El espectáculo de cruzarlo de noche hasta la estación de trenes sobrecoge por más de una razón
Al lado del templo de Kali la madre Teresa estuvo décadas al lado de todos los que morían sin nadie, de quienes no tenían lo mas importante: quien les llorara. Hoy hay más ricos que pobres en esa situación. En todo caso, despues de haber estado allí y oidas todas las críticas, hay que reconocer que hay que tener cojones (consultar la palabra en el diccionario de la RAE)para hacer lo que hizo.
El Marble Palace, el capricho anacrónico de un príncipe que acumuló arte que, ahora, descansa sin orden bajo kilos de terciopelo viejo, polvo y cuervos
Los antiguos símbolos de la grandeza del imperio se han convertido en ruinas de lo que fue y nunca podrá volver a ser. Pobre Calcuta, que te quedaste lo que no supiste cuidar

Nunca pensé que agradecería tanto el que José haya venido conmigo. Calcuta superó lo que esperaba, y dudo que haya sido por el agotamiento emocional. 15 millones de personas en plena época de monzón, concentradas en una ciudad de vestigios más que decadentes de la ocupación británica. 15 millones de almas, gran parte en la miseria, cobijadas en edificios coloniales que se están cayendo a pedazos, pedazos que son trozos de mosaicos, de enrejado, de letreros que reservan la entrada sólo a socios.
Calcuta huele como ninguna otra ciudad:
la humedad,
el despiadado calor
las partículas en suspensión que te ennegrecen, por fuera y por dentro
la basura fermentada amontonada en montañas al lado de las casas
las pocas cloacas
ninguna cloaca
la comida en la calle
los animales en la calle
la falta de agua
el sudor de días
las especias
el humo
el incienso votivo
el sándalo

Calcuta nos supera a los occidentales. Nos vence saturándonos de información sensorial imposible de procesar para los acostumbrados a percibir demasiados grises, acostumbrados a una moderación prudente que, a veces, nos aliena y nos deja incapaces de otra cosa que de asentir. La mezcla de tráfico, las mareas humanas, los sabores, las masas... pueden con cualquiera que no haya nacido a la orilla del Hooghly.

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