martes, 15 de febrero de 2011

La fuerza de la Fe

Hoy ha ocurrido algo a una familia a quien aprecio y quiero. No entraré en detalles, porque el cariño que les profeso y la hondura de su dolor pesan infinitamente más que mi eventual deseo de que la gente de este pequeño blog sepa que aún hoy todavía quedan gigantes, pero viendo su reacción ante un suceso así, no puedo dejar de envidiar a aquellos pocos que, en un mundo como el de hoy, verdaderamente tienen Fe. Fe en mayúsculas, la fe de quien se sabe continuamente acompañado y ayudado por un ser de sabiduría y poder infinito cuyas decisiones, a veces imposibles de entender, tienen no obstante un objetivo, un fin y una razón de ser. Fe que mueve montañas, supera los obstáculos más insalvables e inviste a quien la tiene de una fuerza de voluntad que supera las limitaciones del cuerpo, la mente, el espíritu y un alma que, eso sí, considero inmortal. Lo superarán porque se saben acompañados, ayudados y protegidos: por su Dios y por sus amigos, entre quienes tengo el placer de contarme.
No sigo, porque no puedo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

L, sin palabras..
Un beso enorme.
Blanca

anonimoversatil dijo...

Y tú también: sábete y siéntete acompañado. Ánimo!

Anónimo dijo...

Querido L.; sé de quién hablas, L. ella y P. él, efectivamente sin la fuerza de la fe aupándoles, es imposible comprender cómo han sobrellevado y sobrellevan la madrugada del 15 de febrero, y los días que les restan por delante.

Porque para quienes somos padres, eso es horrendo; lo más doloroso que puede sucedernos.

Que ese angelillo, allá en el Cielo, ruegue por nosotros.

José Ramón

Anónimo dijo...

Un post muy triste Luis, sea lo que sea ánimo, la fe es siempre una buena compañera de camino, aunque yo prefiero la esperanza. AAM.

Anónimo dijo...

Visto el anterior comentario, me quedo sin palabras. AAM.

Anónimo dijo...

Yo creo que, hay cosas que sobrepasan la Fe. Hay gente con una fuerza sobrenatural. Yo soy madre, y si algo le pasara a mi pequeño, a mí no me busquéis. No hay Fe, ni Esperanza, ni leches que me vaya a atar a la vida.

Mi profunda admiración por esos padres que consiguen mantenerse aún respirando.