jueves, 17 de noviembre de 2011

frases de la simpática tripulación de nuestras líneas aereas

Hay tripulantes que envejecen no ya con la aeronave, sino con la aerolínea. Y digo yo: leche, si no te gusta tu trabajo haz otro, pero no la tomes con el pobre -nunca mejor dicho- pasaje de clase turística, que demasiado tenemos ya con aguantar 12 horas apretujados en una aeronave de la edad de la Duquesa de Alba (si no fue la que llevó al niño Jesús a Galilea) y, encima, con una tele para cada 40 personas, que acabamos con los ojos desgañitados.

En fin, que en mi último viaje fui "asistido" (por llamarlo de alguna manera) por dos simpáticos señores/aeromozos que debieron sufrir alguna indigestión o flatulencias de imposible eliminación, porque la última vez que vi dos caras de asco tan brutales fue el día en que rescindieron el contrato a los hermanos Calatrava. Pero recapitulo, que me voy del relato: uno debía ser el hermano sociópata de John Malkovich (le llamaremos JMK) y el otro, la Alegría Baturra de la Huerta (Baturra Joy of the Farm, aka BJF). Y estos dos simpáticos aeromozos, émulos fracasados de los desastres de los pobres Mortadelo y Filemon, creo yo que debían estar pagados por British Airways, porque no dejaban de cosechar todo tipo de parabienes y felicitaciones de todos y cada uno de los pasajeros a su cargo, los cuales, casi al unísono, elevaban vítores ensordecedores a los sacrificios extremos de sus madres, que sin duda, si habían tenido que vender su cuerpo, no era por vicio o fornicio, sino por alejarse con causa justificada de zoquetes tales.

La primera, en la frente: no debio gustarles cómo el pasaje había guardado las maletas, que los traviesos aeromozos, sin duda atacados por el hastío, se dedicaron a cambiar de lugar practicamente todas las maletas. Tras lo cual, cómo no, la hora de la comida fue una maravilla: había que pedirles pasta si querías que te dieran ternera, y ternera si deseabas pasta: si no, la cagabas. Con la bebida, lo mismo: a mí (tonto yo), me dio por pedirles una botellica de cava -petición típica del flying catetou, pero qué le vamos a hacer-, y... para qué te cuento, que aún hoy la estoy esperando. Eso sí, fueron afectuosos conmigo a la manera de las viriles tribus bárbaras que asolaron España hace siglos, pues para quitarme los restos de la comida, casi dejan a mi madre sin hijo a leches.

Tras lo cual (dejaremos lo del café y té aparte, previsible de todo punto) se procedió a la venta Duty Free... y oiga, qué grandes mercaderes y cuántas cosicas tenían que, por no agacharse los jodíos a buscar el producto, decían que se les había agotado todo (hasta el Chivas, no obstante el ostentoso botellón que adornaba, cual mascarón, la proa del carrito de marras...)

Y del servicio de entretenimiento a bordo, en fin... la única película que ponen en doce horas y la jodida va, y ni se oye. Y cuidadín con tocar el botoncico de ayuda: al quinto bocinazo del decimosexto pasajero de la clase MDH (MuertosdeHambre, a ojos de los mentados dinámicos y profesionales azafatos de las narices), van los tíos con dos huevos y pronuncian, apodípticamente, la frase: "se ha ordenado resetear, debería funcionar": mal rollo, porque eso de resetear el avion en pleno vuelo, a mí no me acabó de convencer. Menos mal que a) al final confesaron que eso era cosa de todos los pasajeros que habían pasado antes, y que no era culpa de ellos -querubines míos-, y b) la película era "el surgir del planeta de lso simios", y como los susodichos simios todavía no hablaban, cada uno debió hacerse su propia película.

... Así, hasta Quito. Eso sí, hay que decir que eran muy, pero que muy democráticos y buena gente, pues ¿no voy yo, cretino de mí, y se me ocurre acercarme a la clase business a saludar a un amigo? .... ¿No me atrevo a cometer el pecado de pecados de traspasar las cortinas plisadas marrones, símbolo plisado marrón de la diferencia -también plisada y marrón- entre los Elegidos y el plain village (pueblo llano)..., y ¿no van ellos y en lugar de colgarme boca abajo de las gónadas -merecidamente- , se limitán meramente a echarme un broncazo por haber traspasado el umbral entre la hediondez y la charme?. En ese momento mis ojos, llenos de lágrimas de gratitud ante la magnanimidad espontaneamente desplegada por ese azafato generoso, hijo de la grandísima eficiencia aerea, que no dudó en perdonar mi hedionda vida, mis ojos (prosigo) no podían ver. Y creo yo que debía ser por las lágrimas de gratitud, y no por los esfuerzos desplegados al intentar ver al puto mono en la minitele a 10 metros de distancia -el mono mudo, recordemos-, ni tampoco por la resequedad ambiente, que ni un vaso de agua nos dieron Malkovichito y Alegredelahuerta. No: si no podía ver, era por la generosidad desplegada por estos profesionales tan majos, emanación indudable de la eficiencia y gusto por las cosas bien hechas que siempre ha impregnado el espíritu del macho español...

El próximo viaje, en Lan Ecuador: ya pueden echarme un galgo los de Iberia. No pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió.

D.

PS.- A más que procedente excitación de terceros, hago constar expresamente que el simpático aeromozo que me mandó a tomar por donde aventan los pepinos por mancillar la clase business no solo recibió un requiebro mío, sino un pedazo broncazo de padre y muy señor mío por parte de mi amigo, quien a) suele volar en turista, y b) perdió el pobre su ius coporum gratuitorum, postre y el respeto de su compañero de fila como consecuencia del escándalo que montó al pobre aeromozo, que no hacía sino cumplir su trabajo cual portero ucraniano de discoteca chunga, de esos que te cascan si subes a los reservados.
Gracias, G., y gracias por enseñarme que con la clase se nace y nunca, nunca se pierde.

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