La cadente pero despiadada prisa
de quien al fin sabe que nunca fue dueño de su vida.
El aumento en el ritmo de los latidos
de quien se sabe engañado por el tiempo.
Evidentes surcos de arrugas al otro lado del espejo,
cuya concreta autoría desconocemos.
Relojes que nunca marcharán hacia atrás
Pero
Ese tiempo que nos queda
y al fin reconocemos,
Agua de clépsidras con mecanismo de autodestrucción,
Cuyas gotas caen al ritmo de una polonnaise histérica,
hija bastarda de un Chopin rendido al frenesí del tiempo que se acaba,
puede llenarse de tiempo:
tiempo dentro de tiempo,
pequeñas vidas al día, almacenadas en una memoria forzada,
como la Maga, doblada como el joven de Rocamadour
como la maleta de la Muerte, el gran juguetero
donde siempre cabe uno,
-algo más-.
Despierta y no duermas,
No porque ya dormirás cuando mueras,
sino porque,
quizás,
hace tiempo que te descerrajaste el tiro en el alma,
y ya estás muerto.
(No tomes tiempo para llorarte,
llora por no haberte vivido)
viernes, 5 de septiembre de 2014
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