viernes, 3 de marzo de 2017

Arturo Marian Llanos. In memoriam



Arturo Marian Llanos no hubiera creado lo que creó sin su vida, sus 9 años en prisión y su patología esquizoide.

Hijo de una de las "niñas de la guerra" que la república envió a Rusia y de un periodista moldavo, la prisión era una maldicion familiar que tras el abuelo y el padreb siguió el hijo al ser detenido intentando pasar 1 kg de cocaína en los 90. Pero antes de eso, se había formado artísticamente en la Academia Ilia Repin, le habían expulsado de las juventudes comunistas, había llenado su mente enferma de pintores revolucionarios, simbología y sectas rusas y, como no podía ser de otra manera, comenzó a pintar el resultado de sendos sufrimiento, cultura, ideología, genio y esquizofrenia en lienzo o, ya en la cárcel, el papel y bolis bic que le podían pasar sus amigos.

Pasó hambre, en Moldavia y España. Pero hambre de la de verdad. Tanto que no supo ver la trampa de los traficantes que le delataron para ocultar el verdadero alijo que simultaneamente estaban pasando por la aduana, y pagó él mientras decenas de kilos pasaban casi a la vez, por el mismo pasillo. Y lo pagó con 9 años de prision, uno detrás de otro, en distintas cárceles, donde la unica droga que se metía era la que salía de sus enfebrecidos bics azul y rojo. no debe extrañar, pues, que tras salir de la cárcel durara poco. Pero cuando falleció su obra empezó a clamar por él a través de lienzos, dibujos y grabados que tenían la facultad de conectar ese cerebro ya muerto con el hipotálamo atávico de todos los que contemplaban sus obras.

La obra de Arturo Marian no deja indiferente porque no es realmente suya, sino de su locura esquizoide. Una locura que, por cultivada y genial, llega necesariamente a todo espectador que, sin poder explicar lucidamente el por qué, acusa el impacto casi físico de temáticas complejas y entrelazadas donde no cabe una sola idea mas. En la cabeza de Arturo sí cabían. Las nuestras se niegan a comprender, so pena de tener que caer en su misma locura para, por fin, aprehender la entropía de la creación sin límites.

Bienvenidos a la resignada locura. Aquella que acepta sin juzgar para crear con dolor de parto imágenes que devienen infinitas.

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