Tinieblas no es una buena traducción. Es oscuridad el fin del viaje, y seres como Kurtz nunca fueron juguetes en manos del Tiempo. Es el Tiempo mismo el que se pliega a su deseo para salvarles de la agonía y devolverles, desde la propia locura, a la segura y cómoda niñez o, cual es el caso, a los brazos del ser amado que fue, quizás, quien realmente les creó.
Porque al final, lo que se intuye de las últimas páginas, es que el corazón de la oscuridad no reside en las selvas de la locura, sino en los salones donde seres rechazados juran en secreto llegar hasta el fin del mundo para encontrar el marfil (o el oro, o el poder) que les reportará la aceptación última, la de aquellos pocos que, en su día, les despreciaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario