miércoles, 3 de octubre de 2007
Chotis en Barcelona
Un buen día nos despertamos, y nos habíamos olvidado de pensar por nosotros mismos. Un buen día nos dimos cuenta de que nos habíamos dejado el espíritu crítico en algún lugar del sueño de la noche anterior, donde murió, junto con la inquietud por desarrollar nuestras propias opiniones. Y delegamos en los gurús de la opinión pública, quienes comenzaron a decirnos qué pensar. Y pensando, no quedaba sino actuar en consecuencia, pero con las opiniones de ellos. Y dejamos de esforzarnos por buscar las verdades que, agazapadas o escondidas, como los bolets en los bosques de Vallvidrera, sólo asoman cuando se los busca con esfuerzo, ahínco y cariño. Pero al dejar de pensar dejamos de ejercitar el cerebro, y quien deja de ejercitar el cerebro comienza a pensar con el estómago, con el vientre, con el sexo, con los puños. Y así, las cabezas que pensaban se convirtieron en cabezas que ahora asienten, y las manos que asían el bic, el libro o la mano de otro, se cerraron haciéndose puños alzados, y las piernas que buscaban otros horizontes se convirtieron en máquinas de aplastar a los caídos. Y los ojos que veían se convirtieron en tontas máquinas de ver tontos programas, tontas letras escritas por tontos esclavos de quienes no tuvieron más ideal que el poder, con independencia del signo, del partido, del color. El poder no tiene siglas, sólo dueños que, admitámoslo, nunca cambian. Lo que pasa es que para que haya cuatro listos, tiene que haber cuatro millones de tontos. El problema es que la verdadera libertad sólo se da cuando se conocen todas las opciones posibles; si sólo se nos hace creer que no existe más que el blanco y el negro, perderemos los grises y el infinito de colores que convierte a cada cosa, a todas las cosas, en parte del universo, en parte de la luz. Pensemos por nosotros mismos, pensemos en libertad, y busquemos la libertad en la diversidad, en la pluralidad, en toda la riqueza de opciones. Y eso, señores, no se consigue leyendo un solo periódico, oyendo una sola radio, entrando en un solo blog. La verdad, como la verdadera belleza o la dulzura, se ensalzan cuando se las pone al lado de la mentira, la mezquindad y la acritud. Y no hay cosa peor que pensar que todo lo que dice el líder, el jefe, el presidente o el amo, es la verdad absoluta. Y los ataques vendrán de ambos lados para aquellos que defiendan la verdad sin fanatismos. Pero eso no es sino el mejor testimonio de que, esta vez en serio, nos estamos acercando al umbral de la verdad.
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1 comentario:
Hace ya una década, cuando era más activo de lo que soy ahora con Amnistía Internacional, conocí y ayudé a difundir el trabajo de Hadi Kurich [ http://www.teatrodelaresistencia.com/hadi-kurich.htm ], dramaturgo de la antigua Yugoslavia que acababa de exiliarse a España. Dejaba atrás la dirección del Teatro Nacional de su país, puesto desde el que logró granjearse el odio de todas y cada una de las múltiples facciones violentas que protagonizaban la guerra civil. ¿Que terrible pecado había cometido? Precisamente lo que ilustras en tu post: se negó a someterse al dictado visceral de aquellos que pretendían arrogarse la verdad (y el derecho a matar) en nombre de unos supuestos valores étnicos. Y lo hizo no desde la neutralidad ni desde la equidistancia, sino denunciando activamente ese instinto tan propio de los seres humanos: el egoísmo. Hadi sigue viviendo aquí, en España, un lugar donde confío en que, por mucho que se empeñen unos pocos, hayamos aprendido del pasado, y que ni Hadi ni muchas otras gentes de bien (que son la mayoría) tengan que volver a buscar un lugar donde el odio no emponzoñe la vida cuotidiana.
Demagophobe, tus amigos sabemos que has resistido y sigues resistiendo los cantos de sirena de ciertos mercaderes del odio. Te admiramos por ello, porque personalmente demuestras una gran entereza moral y porque es gracias a personas como tú que este país (y por extensión todos sus habitantes) avanza, pasito a pasito, en la buena dirección.
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