No es la cara, ni el pelo, ni el color de los ojos: son las expresiones de cada poblador de esta tierra incierta, salvo en lo que atañe a nuestro destino final. Es la alegría de quien se acaba de reencontrar, el amor de quien quiere y se sabe querido.
Es la determinación de aquel a quien solo queda una cosa por hacer;
la indecisión de quien acaba de perderse;
la conciencia de quien nunca supo lo que no era saber;
la ira de quien ha sido tratado injustamente;
la desorientación de quien se acaba de enterar que le llevan años engañando;
el ahínco de quien, harto de caerse, se empeña en levantarse una, y otra, y hasta una milésima vez, siquiera sobre los muñones de pies que hace mucho desaparecieron.
La risa histérica del loco.
El asombro de quien hace mucho que pensaba que el mundo había desaparecido, y no era así.
La calma resignación de quien sabe que hizo lo que pudo.
La paz, última, de quien sabe que le hicieron todo lo posible.
La calma de quien está satisfecho con su obra.
La quietud de quien se va el momento que él elige.
El vacío de quien ha arrojado todo lo bueno que tenía por la borda.
Y en medio de tantas expresiones, con tantos miles de matices e intensidades, la sonrisa del niño y la esperanza de los inocentes.
Y quizás, en algún sitio, la expresión de quien se siente salvado.
Esa, todavía no la conozco.
martes, 8 de junio de 2010
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1 comentario:
Sublime Luisete... ! ( Antonio)
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